Luciana miró en el espejo sin creer que la mujer que le devolvía la mirada era ella. Estaba usando un vestido verde sin mangas que se amoldaba a su cuerpo y le llegaba hasta las rodillas. No era nada demasiado revelador, ni tampoco exagerado para una cena en casa.Rodolfo jamás le habría permitido usar algo como aquello, algo dejara a la vista los moretones en su cuerpo. Había tenido que asegurarse de que cualquier vestido que escogiera debía cubrir sus brazos y a veces la totalidad de sus piernas. Era la primera vez en mucho tiempo que se ponía algo que le gustaba, aunque no habría sido su elección de haber tenido que decidir. Algunas costumbres eran difíciles de perder.«¡Toma esa, Rodolfo!», pensó al imaginarse a su esposo viéndola usar aquel vestido.—Ves, te dije que te quedaría perfecto —dijo Isabella, la hermana de Ignazio, sacándola de sus pensamientos.Isabella, su esposo e hijos habían venido por la tarde debido a la cena familiar que sus padres habían organizado. Era la pri
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