La media noche en Milán había llegado, Diane abrió los ojos un poco aturdidos, más bien su pequeño cuerpo se encontraba temblando, la calefacción no estaba encendida, Diane se masajeó el brazo buscando darse calidez a ella misma, la habitación estaba en total oscuridad, pero algo había llamado su atención la tenue luz de la luna que se infiltra a través de las cortinas dejó ver una elegante figura sentado, el humo del cigarro asustó a Diane. — ¿A qué le temes? - la profunda voz de Dominick estremeció a Diane, había encendido la lámpara encontrando el arte de la elegancia puesta en Dominick. — Puedes hacer el favor de dejarme en paz, aunque sea en las noches - Expuso Diane, perdiéndose en la exquisita facción masculina, ella ha visto innumerables hombres, pero Dominick era un punto y aparte, era un Rey que no todos parecen tener al alcance, en cambio, es el Rey dueño de su calvario. — Dominick Mascherano no acostumbra realizar favores - El hombre se había puesto de pie, su alta figu
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