Todos los capítulos de FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD: Capítulo 21 - Capítulo 30
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CAPÍTULO 21. ¿Todavía lo estás procesando?
Mar se quedó inmóvil viendo todo lo que Alan había comprado para el disfraz, y con cada cosa que veía el recuerdo de su olvido la atormentaba. Pocas veces había sentido tanta culpa. ¡Se había olvidado de hacer el disfraz de Michael!—¡Dios, debo ser la peor madre del mundo! —susurró con voz ahogada mientras Alan la arrinconaba contra una pared y levantaba su barbilla.—No no no, señorita, mírame, mírame. Nada de llorar, menos frente al nene... Nada de llorar, a ver...Mar subió los ojos para clavarlos en los suyos y no pudo evitar que la barbilla le temblara un poco.—Tenía cosas en casa para su disfraz... cajas y pinturas... no sé cómo lo olvidé... ¿Cómo pude olvidarlo...?—Oye, no tienes que ser la mamá perfecta, está bien si algunas cosas se te olvidan, hemos tenido unos días muy locos. Michael no necesita una mamá perfecta, solo una mamá sana y feliz y es en esa dirección que tenemos que hacer el esfuerzo, ¿está bien?Mar asintió pasando saliva, y el ambiente volvió a cargarse de
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CAPÍTULO 22. El nombre del monstruo
Alan sintió que Mar estaba a punto de echarse a temblar. Sus colegas estaban riendo emocionados y la verdad los creía bastante capaces de ponerse a animarlos para que se besaran; así que antes de que las cosas se pusieran peor, se inclinó hacia ella con una sonrisa nerviosa y le dio un beso rápido y sorpresivo en los labios.Un segundo. Solo duró un segundo, como besito de adolescente que los hizo dar un respingo cuando aquella electricidad pareció sacudirlos a los dos. Alan contuvo el aliento, los labios de Mar se sentían extremadamente suaves a pesar de ser fugaces. Por desgracia fue más que suficiente para provocar un grito detrás de ellos.—¡Lalan! —La voz de Michael estaba llena de reproche y cuando Alan lo miró se dio cuenta de que aquel puchero estaba a punto de convertirse en lágrimas.—Mitch... —Pero no hubo forma de explicarle porque el niño salió corriendo hacia la parte trasera del escenario—. ¡Mitch! —gritó y luego se giró hacia Mar—. Yo me encargo, ya vuelvo.Alan corrió
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CAPÍTULO 23. El fauno que se tiraba a las ninfas
Alan sintió un nudo tan pesado en el estómago, como si aquello que solo era una suposición de su parte, se hubiera convertido de repente en una realidad que lo abofeteaba en el rostro. Desde que Michael había insinuado que él podía convertirse en un monstruo, Alan había imaginado que quien fuera que los hubiera lastimado, tenía que ser alguien cercano a Mar que solía hacer demostraciones de afecto frente al niño. Sin embargo escucharlo decir que había sido su papá, definitivamente era algo que volvía real la pesadilla, y sobre todo sabía que no estaba mintiendo en eso.Se despidió de Michael con la mayor ecuanimidad que pudo y se dirigió al hospital, dispuesto a perder la poca calma que le quedaba.Mar estaba en ese momento dentro del laboratorio, hablando con el especialista que había llegado para revisar los equipos. Se detuvo frente a los cristales y pasó los siguientes diez minutos caminando de un lado a otro, esperando a que ella terminara porque le urgía hablarle.Tan obcecado e
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CAPÍTULO 24. Adrenalina
Alan no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Las fotos de las máquinas para él no significaban nada, pero aquellas dos etiquetas superpuestas gritaban por sí solas.—Esto es grave, Alan, muy grave. Alguien cambió las máquinas por otros modelos de marcas inferiores. Las etiquetas que ves abajo son de la manufactura original, y el hecho de que no tengan logo significa que son genéricas. El hospital ha estado recibiendo equipos de marca inferior —le comentó Mar, pero aquella no era precisamente la hipótesis que estaba en la cabeza del médico.—No lo creo —murmuró Alan retrocediendo—. Hay algo más aquí, algo... El hospital siempre debería comprar los mejores equipos, eso significa trabajar con grandes productoras como Abbot, BD, Stryker, Medtronik, Terumo... Son marcas sólidas, ¿crees que se arriesgarían a enviar equipos de baja calidad, o a sustituir las máquinas de sus marcas por otras inferiores?Mar se abrazó el cuerpo y suspiró pensativa.—No, ¿verdad? —murmuró—. Entonces...—
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CAPÍTULO 25. Déjame verte
—¿Ya se durmió otra vez? —preguntó él en un susurro.—Sí creo que sí...Se quedaron mirándose un minuto, eterno... infinito... hasta que Mar se dio cuenta de que el agua se estaba poniendo roja a su alrededor.—¡Ay por dios, no...!—¡Maldición, te vas a ensuciar...! —rezongó Alan poniéndose de pie tras ella.—Ya quítate eso, al cesto de la ropa sucia...—¿Qué sucia? ¡Al cesto de la basura!—¡Yo no voy a tirar mi... pijama!—¡Yo te compro otro, no seas chiquilla!—Ya bota el agua, qué asquito...—Champú champú...—Y gel...—Echa sales también...—A ver abre los chorritos...—¡Limpia allí limpia allí...!—¡Pues no haces nada con limpiar si no te limpias tú primero! —lo regañó Mar agarrando una esponja—. ¡Mira para esto... ni Mitch con barro...! ¡Solo te advierto... la sangre es muy mala de quitar eh?... ¡A ensuciar los uniformes del hospital...!Mar hizo un puchero mientras le restregaba un costado con expresión concentrada, y Alan se quedó mirándola porque era evidente que aquello la h
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CAPÍTULO 26. Mucha gente interrumpiendo
Mar levantó la vista lentamente y esbozó una sonrisa.—Director Wayland, buenos días —saludó como si nada—. Necesito imprimirle su agenda del día y no sé qué le pasa a mi computadora que no anda de buenas hoy. Ya llamé al técnico, pero mientras estoy enviándolo a su impresora.Wayland miró al aparato, del que ya estaba saliendo la segunda hoja, y Mar las recogió para ponerlas en sus manos.—¡Ah, y recuerde que hoy tiene una cita con su esposa para almorzar! ¿Ya tiene su regalo de aniversario? —le comentó y el director pestañeó varias veces, aturdido—. No me diga que lo olvidó. ¿Necesita ayuda con eso?Wayland respiró profundo y su mente se desconectó de la intrusión en su oficina para dedicarse al problema más urgente que era el aniversario olvidado con su esposa. Estuvo acordando con Mar algunos posibles regalos y luego le dio dinero para que ella pudiera ir a comprar las flores y lo que le regalaría a su mujer.Mar salió de la oficina ilesa, pero con el corazón latiendo con fuerza e
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CAPÍTULO 27. Una distracción
Alan miró una y otra vez el informe, antes de ponerle volumen a la videollamada que Mar estaba haciendo con el especialista de las máquinas.—¿Está seguro de que esto es correcto? —le preguntó y el hombre asintió convencido.—Doctor Parker, mi nombre y mi firma van ahí, justo bajo el cuño de mi compañía. Soy un experto y sé que cosas como estas pueden dar lugar a demandas millonarias, por eso soy muy cuidadoso a la hora de emitir un informe, incluso me traje fotos y videos para que otros colegas me dieran sus valoraciones y la conclusión fue unánime: esas máquinas que tienen son de manufactura genérica —les aseguró el especialista—. Ninguna de ellas es de Medtronik, pero hay un dato más que puede corroborarlo. Esos equipos llevaban más de un año sin calibrarse, Medtronik tiene sus propios técnicos y hacen calibración trimestral, es imposible que se hubieran saltado cuatro mantenimientos de tantos aparatos.Alan y Mar se miraron porque aquello confirmaba todas sus sospechas.—¿Cree que
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CAPÍTULO 28. ¿¡Qué hiciste!?
Mar sentía su corazón latiendo en sus oídos mientras corría hacia el ascensor y bajaba al Archivo. Ni siquiera tenía que preguntar ya dónde era. Aquellos documentos eran la prueba irrefutable para sostener el video que habían grabado el día anterior. Pero Alan tenía razón, necesitaban respaldarlo porque de lo contrario solo sería la palabra de un extraño contra la del distinguido director del hospital.El aire frío la envolvió al entrar en el Archivo y corrió hacia aquel cuartito donde había estado. Abrió la gaveta y buscó desesperadamente los documentos hasta que sus dedos se detuvieron, paralizados.No había nada.¡No había nada!—No, no, no... ¡No puede ser! —exclamó confundida.¡Los había visto justo el día anterior, y ahora los documentos, todos los documentos habían desaparecido!Mar empezó a notar un escalofrío recorriéndola desde la cabeza hasta los pies. Lo sabían. Wayland y Preston lo sabían y poco a poco estaban desapareciendo la evidencia, pedazo a pedazo.Mar no se lo pod
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CAPÍTULO 29. Descubrimiento
Mar sintió el olor a humo incluso antes de ver cómo entraba por la rejilla de ventilación, incluso antes de sentir el calor. Pero solo unos segundos después una nube de humo gris comenzó a deslizarse pegada al techo, haciéndola toser violentamente.Se apresuró hacia la rejilla que llevaba al asiento del conductor. Estaba abierta y ella intentó cerrarla, pero el humo ya era demasiado denso y comenzaba a sentir el calor.Adentro apenas estaba iluminado por su teléfono y Mar intentó desesperadamente frotarse los ojos para poder ver la pantalla. Sabía que tenía que calmarse pero solo consiguió respirar mucho más rápido.Trató de llamar a Alan mientras corría hacia la puerta del camión, pero tropezar con alguna de las máquinas la hizo caer de bruces mientras su celular salía disparado, dejándola en la más absoluta oscuridad.—¡Ayuda! —gritó golpeando la puerta—. ¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude! ¡Por favor!—Eso va a estar un poquito difícil —escuchó una voz que conocía perfectamente del otro
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CAPÍTULO 30. Quizás para siempre
Alan tomó su mano y la besó con suavidad.—No pasa nada, nena, es la adrenalina que todavía no se me va y ando como acelerado —le aseguró y Mar se levantó para abrazarlo.—Lo sé, lo siento...—Oye, tú no tienes nada que sentir, tú solo tienes que permitir que yo... que yo te consienta hoy, así que vamos a empezar por lo básico: Un baño caliente, una copa de vino y la mejor comida que podamos pedir.Mar asintió con cansancio y lo siguió hasta la habitación, lista para meterse bajo la ducha porque le urgía quitarse aquel olor que solo le traía recuerdos angustiosos.Pero aunque él parecía calmado, Mar podía ver lo que realmente pasaba, se estaba controlando, cada cinco segundos sus puños se apretaban involuntariamente y era como si echara la impotencia hasta por los poros.—Alan, nada está bien... —murmuró y él la miró preocupado.—¿Qué...?—No sirvo para que me escondan las cosas. ¿Qué te pasa? —le preguntó y lo vio mesarse los cabellos.—No te preocupes, es que esto... me tiene al bor
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