La noche no fue lo único que lo sorprendió al salir de la clínica, en lo absoluto. Frenó los pasos, tironeando de la correa cuando Ónix se abalanzó hacia delante, llevándolo casi a rastras.—Buenas noches, vecino —ironizó su, bueno, vecino.El chico yacía de brazos cruzados, con una sonrisa sarcástica y una mirada burlesca. Supuso que estaba en serios problemas, posiblemente.—¿Cómo...?—Oh, no pongas esa cara, vecino —Frunció el ceño—. Ónix tiene un chip en el collar. Puedo rastrearlo y vaya, nunca imaginé que estaría justamente en una clínica de maternidad.—Todo tiene una explicación —imperó, soltando la correa.El perro salió corriendo al encuentro con su dueño. Quedó observándolo, Ónix parecía tan feliz de ver a su, bueno, vecino.Algo extraño brotó dentro de su pecho y se preguntó qué era.—Oh, también te extrañé, amigo —Escuchó y soltó un suspiro—. Vamos a casa, ¿eh?—Se portó muy... bien —musitó.No, ¿por qué gastar saliva si su vecino parecía estar en otro mundo junto a su pe
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