Todo empezó hace dos años, Thomas Clifford, el rey de Dallnalia, exigió a sus subordinados que encontraran una mujer digna de ser su esposa. No una esposa cualquiera. Thomas era el tipo de hombre que vivía rodeado de aduladores y mujeres atractivas, teniéndolo todo en la palma de la mano. Para el Rey, el matrimonio era algo extraordinario. No se trataba de fidelidad, ni de amor, sino de tener a la mujer más hermosa para exhibirla como trofeo. Tras dos años de búsqueda, su leal mayordomo, James Cooper, se aseguró de que había encontrado a la mujer ideal, fascinándole con la noticia. Pronto, con una belleza incomparable y sólo veintidós años, Mila Rivera fue la elegida del rey. Sus padres, felices con el matrimonio de su segunda hija, aprovecharon la ocasión para venderla al precio más alto y, por supuesto, nuestro monarca pagó. En Dallnalia no había ceremonias matrimoniales, como tampoco había leyes honestas. La elegida para ser reina, sólo conocería a su marido
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