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CAPÍTULO 2 - Mi adorable seguridad

"Acabo de conocerlo, es imposible que compartamos la misma cama así como así".

"Y ese baño, si necesito usar el baño, ¿será delante de él?"

- ¡No tenemos que conocernos! -se burló. -Estás buena y pareces lista. No tienes de qué preocuparte. -sonrió y salió de la habitación dejándome en shock. -¡TE ESPERO EN EL BAR! -gritó fuera.

"¿QUÉ?"

"Está de broma, ¿no?".

Mi sentido común nunca falla con hombres así.

Tenía noción de que sería difícil enamorarse, sólo que no imaginé que él haría ese proceso más difícil siendo un gran imbécil.

- "Estás buena y pareces inteligente"... -repito, imitando su voz, con una mueca.

Salgo de la ducha y me pongo un vestido negro de seda, no demasiado ceñido al cuerpo. Es un vestido holgado, con un elegante escote en los pechos y una sensual abertura en la pierna. Sobre mi pelo negro con rizos hasta la mitad de la espalda, me hago un rápido moño suelto, que deja algunos mechones ligeramente sueltos. Me aplico un gloss transparente que resalta mis labios y, por último, termino con un sencillo delineado de ojos.

Lista y decidida a empezar de nuevo, bajo al bar. Confieso que me pierdo durante unos minutos, pero una cocinera muy amable me indica el camino.

- ¡Mi Reina! -me ve en la puerta. -¡Ven a beber con nosotros! -habla borracho, sentado en una mesa de póquer con tres amigos.

- ¡Hola! -saludo a sus colegas borrachos sentados junto a mi marido.

- ¡Estás impresionante! -dice colocando sus gruesas y ásperas manos sobre mi muslo. -¡TRÁEME UN WHISKY! -suelta un grito asustándome.

"Dios..."

- ¡Gracias, pero no suelo beber! -me niego, incómoda con su tacto.

- ¿No bebes? -me lanza su aliento alcohólico a la cara. -¿Te pones traviesa en la cama cuando te emborrachas?

- N-no es eso... -me avergüenzo.

Locos y ansiosos por ver lo que hay bajo mi ropa, sus amigos empiezan a mirarme con expresión de Reyes.

- No te preocupes, ya estás en casa. Si te vuelves loca, ¡al menos estarás en mi cama! -dijo riendo con sus amigos. -¡HE GANADO, HE GANADO, HE GANADO! -lanzó las cartas sobre la mesa con un grito de victoria.

Busco la forma de escapar de la mesa, asegurándome de que mi presencia permanecía dentro de su radio de visión. Me invento que me prepararé mi propia bebida, en un intento de quitármelo de encima. Luego me siento en el asiento de cuero rojo, rogándole que no venga a buscarme, ni se dé cuenta de que no estaba preparando la bebida. Cuando poco a poco mi corazón se iba calmando de ver que su atención estaba en los preparativos, una extraña sensación empezó a instalarse en mi cuerpo, con la sensación de no estar sola en el bar.

- ¡Dios mío! -el corazón se me sube a la garganta, justo cuando giro mi asiento. -¡Me ha asustado, Sr. Bennet!

- ¡Su zumo! -me tiende una mano ahuecada.

"¿De dónde ha salido?"

- ¡Gracias! -Tomo el zumo y dejo que mis dedos se deslicen suavemente por los suyos.

- No te enfades... -baja el tono de voz y apoya los codos en la encimera, acercándose a mí. -¡No siempre es un gilipollas!

- No esperaba otra cosa, ¡su reputación no es la mejor! -susurro.

- ¡Qué listo! -dijimos juntos. -¿Y tú de dónde vienes? -preguntó enderezándose.

- ¡De un lugar donde las escaleras no son de oro! -trajo.

- Bueno... -lentamente, arrastró la mano por el mármol hasta llegar a la mía. -¡Juraría que hay oro en el cielo! -sonrió, tocándome suavemente el brazo.

- ¿De qué te ríes? -llega por detrás, asustándonos.

- Una... ¡Una broma, mi Rey! -afirmé tirando de su mano.

- ¡Cuéntala! -me ordenó.

- ¿Q-qué? -tartamudeó molesto.

- Cuéntame el chiste, ¡quiero ver si es tan gracioso, que mi mujer te hace caso!

- ¡Majestad! -Le agradezco su rudeza. -No seas tan grosero, sólo me hacía compañía-.

- ¡CÁLLATE! -gritó, sobresaltando a todos. -Quiero que subáis al dormitorio y me esperéis en el baño.

"¿Qué pasa?"

- ¡Pero si acabo de llegar! -protesto, frunciendo el ceño.

- ¡ES UNA ORDEN! -su grito viene acompañado de un puñetazo en la encimera, haciendo que mi cuerpo rebote en el banco.

"¡Quiero ahorcar a este tío!"

Al no quedarme ninguna opción, cumplo la orden subiendo a mi habitación. Allí me arranco el vestido indignado con toda la m****a que estaba pasando y me meto en la ducha abriendo la m*****a ducha.

Una mezcla de rabia se apodera de mí, sobre todo cuando acababa de salir de este horrible cuarto de baño. Me sentía atrapada en un callejón sin salida, llena de sentimientos y decepciones. Era imposible que esta experiencia fuera a peor, imposible que fuera más dolorosa y asfixiante.

Me quedé casi cinco minutos mirando cómo los chorros de agua golpeaban el azulejo de porcelana, con la mano colocada bajo las gotas de agua. Estaba fría y no se calentaba. Miré hacia arriba buscando un botón, una cuerda o incluso una varilla, pero aquí todo era demasiado rico para que yo lo entendiera. Entonces, para mi desgracia, dos palmadas hicieron que todo se apagara, incluidas las luces que cambiaron a un rojo espantoso. La ducha se calentó inmediatamente, pero en ese momento la temperatura ya no era un problema.

- ¿Así está mejor? -salió de entre la oscuridad rojiza.

- Es... -tartamudeo, cubriéndome el cuerpo con mis propias manos.

- No hace falta que te cubras... -se detiene en la puerta de la caseta, observándome de pies a cabeza, como si decidiera qué parte de mí tocar primero. -Tú... vaya... ¡Estás tan buena! -Se muerde los labios y empieza a quitarse la ropa, pieza a pieza hasta quedar completamente desnudo.

Es ahí cuando desvelo su cuerpo y el resto de tatuajes que cubrían sus dos brazos. Tenía una forma física que volvería locas a muchas mujeres. Ojos oscuros, musculoso y muy, muy bien dotado. Pero la forma en que me había tratado hasta ahora no hacía más que dificultar este momento, de una forma extremadamente incómoda.

"No tiene por qué ser así..."

Arrastra el vaso y se mete en la ducha. El agua cae sobre su piel y durante casi dos minutos sus ojos rodean mi piel.

- Yo... ¡No me siento muy bien! -Lo siento. -¿Te importa si salgo?

Se mueve misteriosamente hacia mí y, en consecuencia, mi espalda choca con el cristal ante mis pasos temerosos. Sigo con mis dos manos delante de mis pechos, pero él se acerca mucho a mí, tirando de mis dedos para que me revele completamente ante él. Huyo de su mirada sedienta, apretando mis ojos rasgados hacia el techo. Me toca el cuello e inmediatamente todo mi cuerpo se estremece de asco. Luego esos dedos duros, bajan y bajan, hasta llegar a mis pezones, donde juega con ellos deslizando mi pezón rígido, en círculos.

- Tomás... -pronuncio su nombre, mostrando mi fastidio.

- ¿No te gusta? -pregunta, apretándome el pezón.

Sí que me gustaba, pero en ese momento lo único que mi cuerpo dejó escapar fue un suspiro angustiado.

- Mírame. -me ordenó, apartándome la cara.

Siento como si fuera a incendiar el mundo con tal de tenerme aquí y ahora.

- Desde que vi tus fotos, no puedo dejar de pensar en esos preciosos ojos verdes tuyos rodando de un lado a otro por tu coño caliente.

- Thomas, por favor... -le suplico que se detenga.

Empiezan los besos en mi cuello y el olor a alcohol que sale de su boca me pone enferma. Intento aprovecharme de su embriaguez lanzándome contra la salida a la primera oportunidad que veo, pero se produce un lío enorme dentro de la caja mientras nuestras pieles mojadas se deslizan una contra otra y sus manos intentan sujetarme, sin conseguir hacer espuma.

Es cuando por fin encuentro un buen espacio para escapar cuando me revela su verdadera fuerza, cogiéndome de espaldas, por la nuca.

- ¿CREES QUE SOY IDIOTA? -pregunta, apretando los dientes, agarrándome por el cuello, presionando la parte delantera de mi cuerpo contra el cristal.

- No... no, ¡lo siento! -empiezo a llorar aterrorizada.

Su miembro toca mis nalgas y su mano comienza a recorrer mi cuerpo, sin la menor compasión.

- No... por favor...

- Eres mía, ¡completamente mía! -afirmó con hambre.

"Una plaza sin puertas y paredes sin ventanas. Estoy preso sin luz, sin oxígeno, sin medios para encontrar una salida".

- Voy a hacerte gritar tan fuerte... -habló chupándome la oreja.

"¿Cuáles fueron las malas decisiones que tomé, para que me castiguen así?".

Estoy atrapado como una cebra, atrapado entre sus garras. Sus últimas palabras vinieron acompañadas de una sesión de maltrato. Estaba incontrolable, loco por poseerme. Mi cuerpo estaba pegado al cristal y mis mejillas se apretaban cada vez que se forzaba a penetrarme. No me quedaban fuerzas, incluso podía moverle cuando forcejeaba, pero hacerlo le enfurecía, aplastándome la cabeza. Es entonces cuando, siento como fuerza contra mis labios, su grueso y duro miembro entrando rápida y rígidamente en mi interior.

Ningún grito sale de mi boca, y mucho menos un grito de auxilio. El único sonido que resonaba, eran los gemidos de un borracho a punto de correrse dentro de una mujer atrapada.

(...)

Al día siguiente, me despierto sobresaltada y me encuentro envuelta en un albornoz con sábanas sobre el cuerpo. Miro a los lados y no veo a King en la cama. El alivio invade pronto mi alma, pero la sensación de asco es imposible de evitar.

Corro al baño y me aseguro de quitarme todo el olor de ese hombre, restregándome la piel hasta enrojecerla. Observé cómo las burbujas de espuma se deslizaban hacia el desagüe, como todos mis sueños yendo a parar a un agujero.

Nada de lo que hacía podía quitarme esa m*****a imagen de la cabeza.

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