LizzieJamás imaginé que Stefan haría algo como esto. Es un lindo gesto, pero inusual, al fin y al cabo. Si le muestro la tarjeta a mi abuela, enloquecerá, sin embargo, no tengo manera de ocultarla. Ya la ha visto.—¿Quién lo manda, Lizzie?—Mmm, Stefan.—¿Qué? No puede ser, a ver dame.Prácticamente me arranca la tarjeta de la mano, se pone a leerla y una sonrisa se le forma en los labios.—¡Qué considerado! ¿Cómo supo dónde vivimos?—Para el contrato de trabajo había que poner la dirección.—Oh, sí. Bueno, están preciosas, dale las gracias de mi parte. No lo has vuelto a ver ¿o sí?—No abuela, desde ese día no he vuelto a saber nada de él.Y esa era toda la verdad. Estaba segura de que su nombre solo se mencionaría en mis recuerdos, y ahora me sale con esto. No lo comprendo, Stefan Marriott sigue siendo un gran enigma para mí.—Qué lástima, es muy guapo.Irina se acerca a nosotras luego de atender a los invitados, me toma del brazo y me aparta de ahí.—¿Ese Stefan es el mismo que me
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