Velkan abrió la puerta y se devolvió a sentarse en su cama. Tatiana entró en la habitación sin decir nada, solo se acercó a la cama poco a poco.—Lo siento, amor —Velkan no dijo nada, pero la frase lo sorprendió, ella casi nunca, es decir: nunca, se disculpaba, en particular en lo que ella creía que tenía razón— ¿Puedes perdonarme? Solo quiero tu seguridad, sólo quiero que estés bien.Al principio él no levantó la cabeza ni cambió la posición en que estaba sentado, con los brazos apoyados en sus piernas y las manos juntas, la cabeza inclinada y los ojos cerrados.Luego soltó sus manos y levantó la cabeza para mirarla a los ojos. Lo que vió lo dejó más desconcertado aún: los ojos de ella estaban anegados en lágrimas. Si alguien se lo hubiera contado no lo hubiera creído jamás. ¡Tatiana llorando! Eso no parecía posible.Cualquiera pensaría que ella era una mujer demasiado dura y de carácter hosco, o una persona huraña y de mal talante. Pero no era así, ella era una mujer dulce en su tr
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