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Todos los capítulos de Los secretos que nos separan : Capítulo 71 - Capítulo 75
75 chapters
El enemigo de mi enemigo
— No hay excusa alguna para lo que está haciendo — . Leo protestaba de cara al hastiado comisario que intentaba ignorar sus gritos coléricos y concentrarse en la sección deportiva del periódico — Es solo una vieja que intentaba hacer lo mejor para su familia. El comisario levantó la mirada arqueando la ceja. — Ya se lo que me vas a decir… — Leo continuó sin dejarlo hablar — …rompió la ley, pero tampoco fue tan grave. Usted y yo sabemos que ese orfanato nada más recibe un par de donaciones al año y que se mantiene en pie gracias a los sobornos y tratos turbios que hacen sus funcionarios.El comisario quiso rebatir sus palabras pero Leo lo acalló alzando la mano. — No, no se moleste en explicarlo, esas son cuestiones que no me importan en lo más mínimo. Lo único que quiero es saber porque no puede dejar que me la lleve a casa. Por amor de dios, a la pobre le quedarán cuando más diez años de vida. ¿ Me va a decir que puede vivir con el cargo de conciencia de haber enviado a la cárce
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El único crimen
— Bienvenida, hija — . La abrazó a la entrada, acarició el cabello del niño dormido en su hombro y abrió la puerta para dejarlos pasar. — Lo…lo siento. No sé dónde está, la policía me me obligó…perdóname. Dairon no estaba a su lado, pero su fantasma siempre iba con ella, recordándole lo que la insistencia del capitán y la amenaza de no ver nunca más a su hijo la obligaron a decir.Al principio habló en monosílabos, reacia a escupir las palabras, pero luego, sin darse cuenta; todo lo que había guardado dentro de su pecho alrededor de los años rodó por su lengua. Así contó las acciones de Vázquez e incluso algunas suyas propias y de Dairon, y de Alice. Está última se llevó ell menor golpe porque la culpa de Mara era más fuerte que las mentiras y manipulaciones que tejió en su contra y las agresiones hacia su hijo debían ser confirmadas por el menor, quien se negaba a hablar escondiendo el rostro entre las piernas de su madre cada vez que se le dirigía la palabra. — No soy madre ,
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Prisión eterna
— ¡Levántalo del suelo!— ¡ Bestia ! ¡ No ves que no puede mantenerse en pie!El puño de Vásquez se enterró en su mandíbula con toda la fuerza de su furia. Alice cayó de bruces al suelo.Escupió sangre. El guarda la tomó por los hombros y ella se tambaleó entre sus brazos. — Por favor — Le susurró. — ¡ Vamos! — Arreó Vásquez — Si él no puede cavar su hueco tendrá que hacerlo uno de ustedes dos —. Ordenó, mirando con desdén a sus guardias. — ¿ Por qué estamos aquí? — Mara miraba a través de la ventanilla la calle hacia su antigua casa. — Es una sorpresa — Margaret le sonrió.— Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuve aquí. ¿ Me llevas a casa ?Alice me dijo que la habían demolido.— Shh, cierra los ojos por favor. Mara levantó una ceja. — Por favor — volvió a pedir Margaret. La chica obedeció.— Sin trampas.Mara sonrió y se cubrió los ojos con las manos. Félix reía en el asiento trasero. El auto se detuvo. Margaret la ayudó a salir. — Ya puedes abrirlos. Reconoci
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La esposa y la salvadora
Apenas abrió los ojos, su primer pensamiento fue para él. — Dairon… — Susurró intentando sentarse en la cama. — Shh… tómeselo con calma — La palma áspera del comisario se posó sobre su pecho obligándola a recostarse. — Tiene usted suerte de que la encontrara, aquella dichosa cabaña está bien profundo en el bosque. Yo mismo tuve problemas para hallarla y no creo que hubiese sobrevivido otra madrugada dando tumbos entre los árboles, arrastrando el peso muerto que llevaba consigo. — Dairon… ¿ Está m…muer…to— volvió a decir Alice y sintió ahora más profunda la punzada del dolor en su barbilla. — No. Está bien… lo tienen en una habitación al final del pasillo. Los ojos de la chica se iluminaron. — ¿ Está despierto? — Aún no. Dicen los médicos que perdió demasiada sangre, pero no morirá. Al menos es algo . — Tengo que verlo. El comisario señaló al suero que llevaba en el brazo. — Está usted severamente deshidratada. Además, él no está solo y no creo que… Alice apretó los diente
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Las cenizas del fénix
Las luces rojiazules y los aullidos de las sirenas desgarraron la tranquilidad de la noche. Dairon llevaba a Félix en brazos. Estaba atontado y confundido. Lo dejó sobre el césped y sintió alivio al escucharlo toser y verlo apretar los ojos. — Está vivo — Murmuró. — Quédate aquí hijo, pronto llegará la ambulancia. Debo volver por tu madre — , le.dijo y corrió de vuelta a la casa. Fue entonces que notó el agujero en el cristal de la puerta principal, los trozos de vidrio en el suelo se clavaron en sus pies obligándolo a dar un paso al lado. Observó con atención las esquirlas verodas y encontró el inconfundible cuello de un botella rota, pocos metros delante suyo. La oyó gritar de repente. — ¡Amor! ¡ Ya voy amor!Subió los escalones apoyándose en la baranda. Los pies ensangrentados le dolían y el humo le dificultaba la visión.Tropezando, alcanzó la puerta. Intentó abrirla pero el picaporte estaba ardiendo. Podía escuchar del otro lado sus sollozos. — Aguanta amor, enseguida te sa
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