— Bienvenida, hija — . La abrazó a la entrada, acarició el cabello del niño dormido en su hombro y abrió la puerta para dejarlos pasar. — Lo…lo siento. No sé dónde está, la policía me me obligó…perdóname. Dairon no estaba a su lado, pero su fantasma siempre iba con ella, recordándole lo que la insistencia del capitán y la amenaza de no ver nunca más a su hijo la obligaron a decir.Al principio habló en monosílabos, reacia a escupir las palabras, pero luego, sin darse cuenta; todo lo que había guardado dentro de su pecho alrededor de los años rodó por su lengua. Así contó las acciones de Vázquez e incluso algunas suyas propias y de Dairon, y de Alice. Está última se llevó ell menor golpe porque la culpa de Mara era más fuerte que las mentiras y manipulaciones que tejió en su contra y las agresiones hacia su hijo debían ser confirmadas por el menor, quien se negaba a hablar escondiendo el rostro entre las piernas de su madre cada vez que se le dirigía la palabra. — No soy madre ,
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