IsabellaCon mi hermano todo el fin de semana, tuve que hacerlo ayudar en la limpieza del sitio donde se quedaría. Aún con esa actitud alocada no se negó aún cuando prácticamente tuvo que remover los muebles él mismo. Llegado el lunes, ambos nos dirigimos al bufete con la mejor actitud, aún sin saber que tan positiva sería la respuesta. Pero eso no nos detuvo al cruzar las puertas del elevador. Le indiqué que se quedase en una silla, duró unos minutos luego aburrió de verme ordenando mi lugar y el escritorio de Aiden separandose para recorrer el piso. Ya que un no era hora que llegara, no le reproché tal cosa. Arrugué la cara con el café de nuevo, dudaba que estos meses no me delataran pero por ellos trataba de no estar por tanto tiempo cerca de este, concentrándome en lo demás. __ ¡Buenos días, Isabella! - saludó desde mi espalda el hombre que con solo su presencia alteró mis latidos. No podía hacer eso o al menos no tan notablemente. __ Buenos días, señor. - dije con profesional
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