Durante todo el camino, Clara y Alejandro se sentaron juntos, pero ella evitaba su mirada, siempre enfocada en el paisaje a través de la ventana. Su rechazo hacia él se percibía claramente en su actitud. De vez en cuando, Alejandro intentaba unas miradas furtivas y varias veces intentó hablarle, pero le costaba encontrar las palabras adecuadas.La casa privada de Fernando se encuentra en la bahía de Luna en la Ciudad de México, rodeada por montañas, tranquila y serena, con una sensación de estar oculta en la ciudad.—¡Abuelo! —Clara entró por la puerta y su expresión cambió instantáneamente, con sus ojos brillando como una luna nueva y una voz clara como el canto de un ruiseñor. En realidad, se sentía un poco inquieta por el asunto del brazalete y tuvo que hacer mucho trabajo psicológico para atreverse a entrar.——Irene, mi buena niña, te he echado mucho de menos.—Fernando estaba sentado en su silla de ruedas, empujado por su secretario Adrían. Al ver a su nuera, su espíritu, que había
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