Tan pronto como el celular cayó de sus manos, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos yendo en el asiento trasero del auto.— ¡Detente, detente! —Ordenó Salomé.— ¿Qué, señora?— ¡Te digo que te detengas!A media carretera el auto se detuvo dejando a Salomé salir en menos de dos segundos. El corazón le dolía por cada palpitar, las lágrimas corrían por sus mejillas de manera dolorosa, llevándose una mano al pecho fue como Salomé pensó que podía soportar el dolor que estaba sintiendo en el interior.— ¿Señora, está bien? —Preguntó el chofer preocupado al ver que Salomé se inclinaba, como si el dolor la estuviera matando.Salomé no contestó. Su venganza estaba llegando muy lejos, se estaba llevando a gente inocente entre las riendas.Si ella no hubiera ganado el concurso, aquel hombre no hubiera muerto. Gertrudis era una mujer tan despiadada, una mujer que no sentía, a la que no le importaba nada más que imponer su poder.— ¿En qué te has convertido, Paula? ¿En qué? Ese pob
Leer más