Cuando Anne volvió a la habitación, encontró a Felipe en la bañera, ella lo miró, sonrió, se desnudó y caminó hacia él, se metió en la tina, y él no pudo evitar mirarla con ojos llenos de deseo, se sentó delante de él, sintiendo sus suaves caricias. —¿Por qué tardaste tanto? —Matías no podía dormir, pero se ha quedado rendido. Felipe besó su cuello, y masajeó su cabello. —Te amo, Anne, te amo tanto, podría faltarme todo en la vida, pero, que nunca me faltes tú y mi bebé, ella se giró a él y acunó su rostro, besó sus labios. —Juré que me vengaría de ti, que te destruiría. Él acarició su mejilla. —Lo has hecho bien, pero por favor, ya no lo hagas, ya no puedo resistirlo más, te necesito, soportaría todo por ti, si me lo pidieras, aunque si me haces feliz, juro que seré bueno. Ella sonrió, se abrazó a su cuerpo. Sintió sus manos fuertes, se sentía en paz, y era raro sentirse de esa manera, lejos de todo el odio que los envolvió. Anne miró sus ojos. —Yo también te amo, Felipe, aú
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