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Todos los capítulos de La esposa rebelde del Árabe: Capítulo 81 - Capítulo 90
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Capítulo ochenta y uno. Reunión familiar
Azahara volvió a su habitación, su mayor temor era ser cuestionada por Nayla. No sabría qué responderle para justificar esas semanas que vivió en la habitación de Abdel, sin embargo, trataría de hacerlo, mas Nayla no la cuestionó ni una sola vez, todo lo contrario, Nayla procuró alimentos y líquidos, lo mismo que había hecho Abdel por ella.El corazón de Azahara estaba muy herido por todo lo ocurrido, la confesión de Zaida había abierto viejas heridas que ella creía que se habían secado con el paso de los años, sin embargo, se dio cuenta de que no fue así; nunca sanaron y estuvieron sangrando todo este tiempo.El trato de Abdel, también le recordó los peores momentos que vivió junto a Anás, el hombre nunca le perdonó no haber sido virgen el día de su boda, pero su dinero le servía y la soportó. La odió mucho más cuando no pudo darle ni un solo hijo y la hizo sentir miserable cada vez que tuvo la oportunidad.—Madre —llamó Nayla al ver que dejaba de comer.La preocupación en el corazón
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Capítulo ochenta y dos. Despedida temporal
Nayla se apartó de los labios de Ahmed al sentir una sensación extraña recorrer su cuerpo y acunarse debajo de su ombligo. La sensación de cosquilleo fue abrumadora y sus mejillas se tiñeron de nuevo de rojo, dándole un aspecto demasiado inocente y Ahmed tuvo que dar un paso atrás.Nayla despertaba todos los deseos que una mujer podía despertar en un hombre y él no era un santo. Crecer en el extranjero también le había liberado de ciertas cosas que en su país jamás habría hecho y no quería, no deseaba sobrepasarse con Nayla. No la quería para una aventura, ni para satisfacer sus necesidades que habían sido privadas desde que volvió a Dubái. Él deseaba tener algo bueno y profundo con ella.—¿Te veré luego? —preguntó Nayla en un bajo susurro.—El fin de semana estaré visitando a mi madre, tengo libre desde el sábado por la tarde —informó.Nayla asintió.—Entonces me marcho, mi madre debe estar esperando por mí —dijo, sin querer irse.Ahmed, adivinando sus intenciones, tomó su mano y dej
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Capítulo ochenta y tres. ¿Quién es ella?
Hasan observó en silencio a Sienna, desde hace unos días había estado actuando de manera extraña y nada más volver del aeropuerto, se había encerrado en el cuarto de baño. Su corazón estaba latiendo aceleradamente, mientras su cabeza imaginaba diferentes panoramas.—¿Por qué luces triste? —se atrevió a preguntar.Hasan no disfrutaba particularmente de ver a Sienna con el semblante serio, desmejorado o triste. Como en ese momento.—En realidad…, no sé cómo decirte —susurró.El corazón de Hasan martilló fuerte dentro de su pecho.—Somos esposos, Sienna, prometimos que no habría secretos entre nosotros. Lo prometiste, sin embargo, siento que hay algo que no estás diciéndome —le recalcó él.Sienna suspiró, se giró para verlo.—Por un momento llegué a pensar que estaba embarazada de nuevo, pero la regla me ha llegado —dijo en un bajo murmullo, apenas audible a los oídos de Hasan.Él la atrajo contra su pecho, le dio un beso sobre la coronilla de su cabeza y la estrechó entre sus brazos.—N
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Capítulo ochenta y cuatro. Confesiones necesarias
«Azahara Hijazi»«Azahara Hijazi»«Azahara Hijazi»Hasan sintió como si alguien le hubiese dado un puñetazo en la boca del estómago y una mano estrujara su corazón dentro de su pecho sin piedad. El nudo que se formó en su garganta casi lo asfixió.—¿Qué? —preguntó con voz ahogada, mirando a su padre, esperando que él le dijera que era una broma, un chiste de mal gusto, pero la seriedad de su rostro y la tristeza en sus ojos le dijeron que no era ninguna mentira.—Esa mujer que yació en mi cama la noche de boda, no era otra que Azahara —confirmó.Hasan tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no correr al baño y vaciar sus intestinos en el retrete.¡Su madre era mucho, mucho peor de lo que había creído! ¡Cómo había sido capaz de tal bajeza!—Hasan.—¡No tiene perdón, esa mujer no tiene corazón! ¡Es un monstruo! —gritó llevándose una mano sobre el pecho, como si de esa manera pudiera frenar los latidos alocados de su corazón.Abdel pensaba exactamente lo mismo y pensar q
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Capítulo ochenta y cinco. Corazón roto
El silencio se prolongó tras las palabras de Nayla, ella esperaba alguna reacción por parte de Ahmed, algo que le indicara que su verdad no iba a cambiar las cosas entre ellos, que los sentimientos que albergaban sus corazones fueran más fuertes que el pasado. Sin embargo, Ahmed se liberó del toque de Nayla y se apartó de ella; él no sabía exactamente qué decir. ¿Qué se suponía que debía hacer y decir en ese momento? ¿Cómo se supone que debía reaccionar ante una verdad como esa? Sobre todo, conocer la maldad que habitaba en Zaida fue casi chocante, pues para él, ella era su benefactora, la mujer que le dio la oportunidad que nadie más le habría dado. «Sin embargo, fue acusada por su hijo. Encontrada culpable y muerta debido a sus crímenes» le recordó su conciencia. Él negó y se alejó un par de pasos más de Nayla. El vacío que la joven sintió fue tan grande que sintió que iba a ser devorada por él, fue como si un balde de agua fría cayera sobre ella y la congelara en el sitio, sin
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Capítulo ochenta y seis. ¿Cómo te llamas?
«La señorita Nayla se ha marchado esta mañana del palacio»«Se ha marchado esta mañana del palacio»«Se ha marchado»«Se ha marchado»Ahmed permaneció callado, mientras las palabras de su hermana calaban en lo más profundo de su ser.—¿Se ha marchado? —susurró de manera inconsciente.—Sí, esta mañana ha salido con la señora Azahara y el señor Abdel, se han llevado sus maletas, parece que no volverán pronto —informó.Ahmed sintió de repente como si alguien le estrujara el corazón dentro de su pecho y sin piedad, mientras recordaba las palabras de Nayla.«Lo siento mucho Ahmed, debí decírtelo antes y no esperar tanto. Te amo, pero entiendo si mi pasado te horroriza y me aleja de ti»«Me aleja de ti»—¿Tienes algo que hablar con ella? —preguntó Halima sacándolo de sus recuerdos.Él negó, pues no fue capaz de responder con palabras, sentía que no era capaz de expresar una sola palabra. Sentía que se había equivocado.—¿Sabes a dónde fueron? —preguntó finalmente, luego de mucho tiempo.—No
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Capítulo ochenta y siete. Nunca más
Azahara sintió que estaba a punto de desmayarse tras escuchar las palabras de la mujer, Maissa la estaba confundiendo con Zaida, por eso le decía aquellas cosas. Eso también quería decir, que no le estaba diciendo ninguna mentira.El corazón le latió con prisa dentro del pecho y se obligó a guardar la calma, este era un momento definitivo en su vida, crucial para encontrar la verdad de su pasado.Azahara trató de recordar el nombre de la única empleada que estuvo en la casa, esa mujer que nunca miraba, que le dejaba la comida por las noches en la habitación y a quien vigiló para tratar de hablarle, pero que la única vez que se vieron, le huyó como si ella estuviera enferma de alguna terrible y contagiosa enfermedad.¿Era Maissa? ¿Había sido esa vieja y enferma mujer su carcelera?Dios, había tanta confusión en su cabeza. Aquellos días habían sido terribles, los que debieron ser los más hermosos de su vida, se habían convertido en un sufrimiento.—Maissa —llamó, haciendo acopio de toda
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Capítulo ochenta y ocho. Son mis hijos
«La probabilidad de que Ahmed sea mi hijo es del 99.99 %»—Ahmed es hijo mío —repitió Abdel, mientras el móvil le temblaba entre las manos.—¡¿Qué has dicho?!La voz de Azahara sonó ahogada, pese a que la posibilidad de que Ahmed fuera hijo suyo era muy elevada, la confirmación de que lo era, sin duda, la superó más de lo que imaginó.Hasan miró a su padre y luego a su tía.—Mi padre mandó a hacer una prueba de ADN, tomó cabellos de Ahmed para comprobar sus sospechas y estos son los resultados, él es hijo de ustedes —dijo, tratando de mantener la serenidad en su voz.La situación que tenían que enfrentar ahora, era muy delicada. Ellos eran padres, pero no estaban casados; no eran esposos y ante las leyes eso era un crimen capital que se castigaba de manera brutal.El sollozo de Azahara los sacó de sus cavilaciones, tenía toda la intención de dejarlos solos, sin embargo, no pudo moverse. Tenía que decir lo que estaba pensando, tenía que dejarles ver lo que ellos, por la situación y la
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Capítulo ochenta y nueve. Nueva esposa
Un silencio sepulcral se instaló en el salón de aquella lujosa residencia, ninguno se atrevió a decir una sola palabra. Sienna podría jurar que Farid, Jenna y Nayla, ni siquiera se atrevían a respirar ante tal confesión.¿Cuándo se iba a terminar todo aquel dolor para la familia Rafiq? ¿Cuándo la maldad de Zaida iba a seguir jodiendo la vida de esa familia? ¿Cuánto más iban a permitir que el fantasma de la hiena se interpusiera entre su felicidad y les robara la paz?Sienna no podía creer todo lo que había desencadenado su llegada. Ella no se creía tan importante, pero su matrimonio con Hasan había sido el hilo que se necesitaba para desenredar toda la hilera que esa mujer había tejido alrededor de su familia.Era como una araña, tejiendo todo en su beneficio, queriendo que sus hijos aceptaran ciegamente el camino que ella les mostraba.La rebeldía de Hasan había sido su primer gran fracaso y luego siguió la traición de Farid, que la llevó no solo a prisión sino también a la tumba, pe
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Capítulo noventa. Cicatrices
«Sí, Ahmed, padres. Azahara y yo, somos tus verdaderos padres»«Azahara y yo, somos tus verdaderos padres»Un nuevo silencio se hizo en el salón, ninguno se atrevió a romperlo y quizá ni a respirar, mientras Ahmed procesaba la información.«Azahara y yo, somos tus verdaderos padres»«Somos tus verdaderos padres»Aquella confesión se repitió en la cabeza de Ahmed como un mantra, él miró a su madre, quien no fue capaz de devolverle la mirada, mientras Halima parecía igual de consternada que él.—Mamá —susurró cuando pudo encontrar su voz.—Lo siento, lo siento mucho, Ahmed. Lamento no haberte dicho la verdad —susurró sin verlo.Ahmed sintió un profundo dolor en su corazón, su madre, la mujer a quien amaba y adoraba con toda el alma, no era su madre, pero sí lo era la mujer del Emir, la mujer que estaba frente a él con el rostro empapado en llanto, esperando en silencio lo que él tuviera para decir, pero ¿qué podía decir ante esto?Él estaba conmocionado y cualquier cosa que saliera de s
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