Ivette RussellNunca había experimentado un temor tan apabullante como el de este momento.Sentía como las paredes de mi interior ardían mientras se caían a pedazos. Era un dolor tan profundo que perfectamente se confundía en un sentido físico.Mientras René hacía sus llamadas telefónicas, yo me consumía en el desespero.—No, no ha sido una petición, Michael. Es una orden, debes cerrar todas las carreteras ahora mismo —espetó, mientras la vena de su cuello saltaba un poco—. No me importan tus malditas campañas, es mi hija de quien estamos hablando.Igual de frustrado que yo, cortó la llamada, guardando su teléfono en el interior de su traje antes de salir por la puerta.—René. —Corrí detrás de él, tomando su brazo.—No tenemos tiempo para esto, Ivette —Me hizo a un lado—. Iré a entrevistar a seguridad, tú espera aquí.Estaba completamente loco si pretendía que yo iba a quedarme de brazos cruzados, sin saber el paradero de mi hija.Haciendo caso omiso a sus palabras, lo seguí muy de ce
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