Mi rostro cambia de color en fracciones de segundo, cuando me hallo cerca de la compañía de mis hijos, están dormidos a mi lado. Sonrío al verlo tan seremos, vaya que son traviesos, en especial Ángela, al verlos mi mundo lleno de sombras cambia de color, es como si un destello de arcoíris vislumbrara en mi mirada, por lo que mi estado de ánimo cambia definitivamente. —Diane, hija ¿Vas a cenar? —Si ya voy. Se han quedado dormidos. —Son tan hermosos, yo los quiero como si fueran mis nietos. —Lo son Amy. Tu eres de mi madre, la que la vida me regalo. —Así es mi niña. —Mira este dibujo, que hizo Ángela es toda una artista. —Ja, ja, ja, le quedó muy lindo. Dibuja a su familia. —Si son cinco integrantes, según ella aquí estás tú, su hermano, Robert y yo—le señalo a Amy. —Ángela adora a su padre. —Su padre arruino mi vida y me sigue perturbando aún. —Vamos acompáñame—me indica Amy y accedo. Nos posamos en una isla, muy cerca de la cocina, para comer y conversar. —Te noto preocupa
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