Saludos corazones espero estén bien. Les invito a que comenten mi historia dejen sus comentarios en ella, de que les pareció, como ven a Diane a y Robert. Todo lo que me quieran platicar, pueden hacerlo mediante, los comentarios y estaré gustosa de responderle. Gracias por la receptividad que han tenido con mi historia. Les envío besos de fresas y los quiero ver triunfar. Bendiciones, los quiero.
Mi rostro cambia de color en fracciones de segundo, cuando me hallo cerca de la compañía de mis hijos, están dormidos a mi lado. Sonrío al verlo tan seremos, vaya que son traviesos, en especial Ángela, al verlos mi mundo lleno de sombras cambia de color, es como si un destello de arcoíris vislumbrara en mi mirada, por lo que mi estado de ánimo cambia definitivamente. —Diane, hija ¿Vas a cenar? —Si ya voy. Se han quedado dormidos. —Son tan hermosos, yo los quiero como si fueran mis nietos. —Lo son Amy. Tu eres de mi madre, la que la vida me regalo. —Así es mi niña. —Mira este dibujo, que hizo Ángela es toda una artista. —Ja, ja, ja, le quedó muy lindo. Dibuja a su familia. —Si son cinco integrantes, según ella aquí estás tú, su hermano, Robert y yo—le señalo a Amy. —Ángela adora a su padre. —Su padre arruino mi vida y me sigue perturbando aún. —Vamos acompáñame—me indica Amy y accedo. Nos posamos en una isla, muy cerca de la cocina, para comer y conversar. —Te noto preocupa
Me siento muy cómoda con el trabajo, Andrew es una excelente profesional y lo más importante es muy discreto. Allí no interpone lo nuestro, opta por mantener una postura muy responsable y equilibrada, cosa que agradezco. Al salir de la clínica, voy por mi auto para ir a recorrer a mis hijos y me sorprendo enseguida: —¿Qué te ocurre? —le pregunto sorprendida, es a mi madre a quien veo, salir del hospital. —No te importa—me responde altanera como siempre. Su aspecto es muy descuidado, parece alcohólica. —Aún eres mi madre Elizabeth. Ven conmigo. —Yo no soy tu madre y no quiero tu lastima—me responde con arrogancia. —Mira en el estado, que te encuentras. —Es por culpa de Robert, dejo de darme dinero. Estoy desesperada. —¿Cómo llegaste aquí? —No lo sé cuando desperté, estaba en una camilla y escape de inmediato. Por tu culpa, Robert dejo de mantenerme—busca de irse encima de mí y la detengo, está muy débil. —Por favor mamá. Ya olvida a Robert, me preocupa el estado en que te encu
—Eres cruel y miserable. Un misógino de lo peor.—No puedes culparme por lo que le ocurre a Elizabeth, es una mujer que todo lo quiere fácil.—No es justo que haya parado sumergida en la mala vida por tu culpa.—Ya basta Diane—alza la voz.—No grites, despertaras a los niños.—Lo siento.—Tu todo lo lamentas. Es lo único que sabes decir, cuando actúas de la manera más infame con los demás. Las mujeres de este pueblo no somos objeto de deseo de Robert Fox, crees que con tu dinero y posición puedes malograrle la vida a cualquiera como lo hiciste conmigo.—Aunque lo creas yo a ti te amo. Yo me enamore de ti Diane.—Por Dios Robert no digas tonterías, tu no amas a nadie. Solo te ama a ti mismo.—En un principio, si me atrajo tu juventud y belleza, lo admito. Pero con el tiempo comencé a quererte, eres la madre de mis hijos.—Tu incubadora—le preciso.—Vamos no digas eso.—Es lo que querías de mi admítelo.—Yo te amo Diane, no me cansare e decírtelo.—Tanto me amas y te revuelcas con todas
Amanece muy de prisa debo de ir a trabajar, me siento agotada por todo lo acontecido anoche, lo miro dormir y enseguida entro al baño. Abro la ducha para darme un rociado rápido y como a los cinco minutos estaba Robert junto conmigo. —Salte, tengo prisa—le advierto. —Pero, si estas de vacaciones en la universidad ¿Para dónde vas? —Al trabajo, trabajo en la clínica de tu hermano. —No tienes necesidad de trabajar y menos con mi hermano. —No dejaré el trabajo, no está en discusión. —Eres terca, así me fascinas. Al menos déjame despedirme a mi manera. En la ducha Robert, no se detiene masajea mi cuerpo con el gel de baño, que forma en sus manos, manifiesta una sonrisa libidinosa. Me toca con mucha sensualidad y me hace suya en la ducha, dejamos el agua correr por nuestro cuerpo, para aplacar el ardor de nuestros cuerpos. Gemimos ambos al sentir como se debate el deseo y la lujuria entre nosotros. El sexo entre ambos se torna más pasional incluso más abierto. Ya en este punto he lle
Voy a la clínica decidida a dejar el trabajo, hoy renuncio. Me dedicaré a mis hijos y a mis estudios por ahora a tiempo completo, ya deseo que pase el tiempo volando, para de una vez graduarme y ser dueña de mi destino, me siento ata y presa por alguna razón a la voluntad de estos hermanos.—Buen días Andrew—me mira con desconcierto.—Qué bueno que llegas necesito…—Espera, vine a renunciar. Ya no trabajaré más para ti en la clínica.—No te entiendo ¿Lo tuyo con Robert va en serio? ¿Retrocedes Diane? —me mira irascible.—Adiós—salgo de su consultorio y me persigue.Llego afuera, para ir por mi carro y me detiene:—Basta Andrew, ya tomé mi decisión y punto.Se torna irracional y me carga a la fuerza para adentrarme a su auto, lo golpeo y forcejeo con él, pero mis esfuerzos por zafarme son en vano.—Tranquila, que no te haré daño—y sale disparado de la clínica junto conmigo.Voy por todo el camino molesta y silente, estoy segura, que me dirige a la cabaña. Busca de tocar mi rostro para
Me sumerjo nuevamente en el mundo, que Andrew me ofrece por un rato. Recorro la cabaña y sus alrededores todo es silente, tranquilo y afable. Nada perturba, ni siquiera el sonido de las aves. Estoy rodeada de esta naturaleza tan hermosa, que no quisiera salir de nunca de este escondiste. Me digo convencida que, si no estuvieran mis hijos de por medio, desde hace rato ya me hubiese alejado de Robert y de su intenso ímpetu.Veo Andrew quien desde la ventana me sonríe, está en la cocina preparando el almuerzo, hemos estamos toda la mañana aquí. Sigo con mi postura, de no ir a trabajar a la clínica y de igual forma quiero dejarlo ¡Rayos! ¿Por qué soy tan débil a veces?Llevo en mis hombros con una gran carga que pesa, a mi mente llegan las palabras de amor de Andrew, que son tan livianas y transparentes, y al mismo tiempo la mirada demoniacamente sexual de Robert que me saca de este confort.Lo que si voy aceptar es la ayuda profesional, que me ofrece, para que ayude a estabilizar mis emo
Van más de tres días, que Robert no aparece por ningún lado, hoy comienzo mis terapias con el doctor, para hallar equilibrio en mi vida. Estoy muy nerviosa y la vez me siento avergonzada por tener, que recurrir a la ayuda de un psicólogo, para que me oriente en el camino al andar.—Tranquila tampoco vas a la hoguera, solo iras a terapia. No puede ser tan malo—me expone Mara buscando calmarme.—Es muy cómodo, no es nada agradable estar conversándole, a un extraño tus miedos y posibles traumas.—¿Posibles? Tus traumas estas más que garantizados, por este par de rufianes—la miro delicada.—Por favor Mara.—Vamos Diane sabes que tengo razón, ya el doctor me está empezando a caer mal.—Andrew es buena persona, te lo aseguro.—Será el sereno. Igual no confío en él—enseguida frunce Mara el ceño.—Robert no ha venido a visitar a los niños, tiene tres días que no va a casa.—No me digas que lo extrañas—pone Mara sus ojos en blanco.—Realmente no, me siento más tranquila al no tenerlo cerca, su
—Diane, tengo que hablar muy seriamente contigo—me dice Amy con rudeza, no entiendo su actitud.—¿De qué? ¿Qué ocurre?—Vayan niños a ver televisión—les sugiere Amy a mis hijos.—¿Se puede saber, que está pasando? —le pregunto maravillada.—Diane, no puedo creer lo lejos, que has llegado con el doctor Andrew.—¿Cómo te enteraste? ¿Mara te dijo algo?—Que me va a decir esa amiga tuya, si seguro es tu alcahueta. Me enteré por pura casualidad, hoy al ir a la clínica del doctor, por un malestar que sentí en el mercado.—¿Estas bien?—La que no está bien eres tú.—¿Qué vistes?—Te vi, cómo te ibas con el doctor en su auto, iban muy sonriente y no me digas que solo son amigos, vi la complicidad entre ambos.—Amy déjame explicarte.—Te volviste loca Diane, no piensas en tus hijos y tanto que te lo advertí. Si Robert te descubre créeme que te matará sin piedad. Jamás te perdonaría esa traición y menos con su hermano.—¿Lo defiendes? Cuando fue Robert quien arruino mi vida.—No enredes las cos