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Todos los capítulos de Divorciada de un paralítico : Capítulo 101 - Capítulo 109
109 chapters
09
—Somos tus primos, ¿no te acuerdas cuando jugábamos fútbol de pequeños? —comentó Andrés divertido. —Sí, me acuerdo. Me diste una paliza, Andrés —respondió Sebastián y se dieron una palmada en el hombro. —Y ellos tres son mis hijos —comentó María orgullosa. —Mucho gusto, aunque creo éramos más...—Ustedes eran bebés, me parece —comentó divertido Sebastián. David: Y yo soy David, él se llama José, y él se llama Matías. —Un gusto —respondió Sebastián y todos se sentaron en la mesa para comer. Era como si fueran una familia y Sebastián se sintió muy unido y bienvenido en ese momento. Hablaron de varias cosas, como la familia, y se rieron di
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Tomó un vuelo hacia el país donde suponía que Briana estaba. Durante el viaje, se sentía vacío y triste, su corazón apenas latía. Sin embargo, tenía dinero y no le importaba gastarlo en su búsqueda. Al llegar al destino, se sentía mareado y confundido. Las personas a su alrededor parecían borrosas, moviéndose de un lado a otro, mientras él avanzaba lentamente. Cada paso parecía hacer su corazón aún más pequeño. Finalmente, llegó a un hotel y se tomó una larga ducha para refrescarse. Las lágrimas volvieron a caer de sus ojos, sintiendo la tristeza y el dolor que lo acompañaban. Pero también sentía la determinación de encontrar a Briana, de aferrarse a esa posibilidad de amor y felicidad. Con el anillo de su tía María en el bolsillo, Seb
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 "Claro", respondió Eduardo y salió por la puerta. Al escuchar esas palabras, Briana se sintió muy triste. Un profundo dolor le apretó el pecho y no podía creer lo que estaba sucediendo. No comprendía cómo en un instante él pasó a tener una cita. Quiso llorar, gritar y morderse los labios para evitar hacerlo. Parecía que iba a empezar su día nuevamente como Brianna, pero Briana lo comprendió. Aunque obviamente se puso celosa, disimuló perfectamente mientras pasaba junto a ellos.Briana aceleró hacia su casa, dejando a los niños. Melisa ya se encontraba allí. "Gracias por venir, amiga", dijo Briana. "¿Cómo es que llegó tu amor así de lastimado?", preguntó Melisa sin saber qué palabras utilizar. "Sí, fue terrible. Pens&eacut
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"¿Son tuyas?", preguntó Samanta. "Sí, en realidad estuve a veces en silla de ruedas y otras veces camino con estas. Estuve durante años en la silla de ruedas hasta que mis piernas comenzaron a responder. Incluso me operé, y mi ex esposa ni se enteró", explicó Eduardo. "Qué pena", comentó Samanta. "Sí, dije que me fui de viaje de negocios, pero al parecer tenía un pequeño tumor benigno en la zona de mi columna. Me alegra mucho poder sentir mis piernas”.” Y ¿por qué no le dices la verdad?", preguntó Samanta. "No lo sé, creo que me acostumbré a estar en silla de ruedas ante ella", respondió Eduardo.—Quizás tienes miedo de que no me acepte en tu nuevo ser. —Puede ser, no lo sé. —E
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Eduardo había tenido que alquilar una silla de ruedas para mantener la farsa. Suspiró, no sabía cómo decirle la verdad a Briana. Apiló las sillas de ruedas una al lado de la otra y sacó las muletas que tenía escondidas detrás del armario. Las miró, sabiendo que tarde o temprano tendría que revelar la verdad, pero Briana estaba muy ocupada para escucharlo. Sin embargo, decidió que quizás era el momento. Tomó las muletas y comenzó a caminar hacia la puerta, pero entonces escuchó a Briana.—Ahora vamos al jardín y yo me tengo que ir.—Bueno, mamá.Briana ya había abierto la puerta y salieron rápidamente. Eduardo no tuvo la oportunidad de decirle las cosas e hizo una mueca. — Otra vez será — comentó mientras regresaba hacia el armario y abría la puerta para guardar las m
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—Y por qué les tendrían que pedir disculpas si solamente dieron su opinión.No lo sé, es un misterio. Después, una de las mujeres parecía estar muy desesperada por la atención del hombre —comentó divertido Eduardo. —Claro, lo peor de todo es que aquel chico es gay —dijo divertida, y ambos se rieron. — ¿Y qué más ocurrió? —preguntó. —Le dijo "perra" a una de mis amigas. Y justo en ese momento yo estaba ocupada en la cocina, ya que vivo con mis padres. — ¿En serio? —Sí. Bueno, en realidad también tengo mi propia casa, pero muchas veces prefiero estar con mis padres. Son muy cariñosos y tengo una gran relación con ellos. — Comprendo, eso es algo bonito y eres joven.Leer más
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—¿Tan feliz en la mañana? —preguntó ella levantando una ceja.— Hola, Briana —comentó con una sonrisa, pasando por su lado. No me cuesta un poco utilizar las piernas y caminar sin apoyo, pero lo hago de igual forma.—Es raro verte con una sonrisa. Eso es algo desconocido para ti —comentó Briana, escupiendo sus palabras con odio.— Y pues, estoy contento —comentó mientras se acercaba a preparar dos tazas de café.—No quiero que me sirvas café, gracias —dijo Briana, abriendo la heladera y tomando un poco de jugo.— ¿Por qué no? ¿No quieres mi café?—Porque tomaré jugo —comentó sin mirarlo mientras volvía a dejar la botella en su lugar.— Está bien —comentó Eduardo encogiéndose de hombros.—En fin —coment&o
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 —No todos mostramos lo que realmente estamos pasando. — dijo Samanta con una sonrisa triste. — Supongo que tienes razón. —Pero en realidad, estoy bien. Aunque también me afectó mucho no poder tener hijos. — Lo siento mucho. —Está bien, realmente estoy bien. Pero aceptar esa realidad fue difícil. Adoptar un niño es un proceso complicado y costoso, y requiere tener recursos económicos.—Lo lamento. —No te preocupes, no es tu culpa ni la mía. Supongo que no todos tenemos la posibilidad de ser padres, y yo lo acepto. — Entonces te casaste muy joven, ¿verdad? ¿Qué edad tienes? — preguntó Eduardo. —Tengo 23 años — respondió con una sonrisa. Leer más
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 —¿La quieres? —preguntó mientras se quitaba las lágrimas.—La estoy empezando a querer —respondió con sinceridad, y Briana lo miró con sorpresa.—Pensé que estabas enamorado de mí.—Briana...—Quería hablarte de esto. Yo quiero volver contigo —suplicó Briana.—Briana, lo nuestro no tiene pies ni cabeza, no funciona y lo sabes.—Pero podemos volver a intentarlo. Yo intentaré cambiar, hacer las cosas bien y no discutiré por tonterías.—Briana, Samanta es buena y no quiero lastimarla. Dejarla sería hacerle precisamente eso, y no puedo.—Por favor —volvió a suplicar, pero él negó con la cabeza. No caería de nuevo en el juego de Briana, a pesar de verla llorar.Eduardo se marchó y decidió que la mudanza s
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