Todos los capítulos de ¿Ser padre de mi hijo? ¡Imposible!: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Enfrentamiento en la comisaría
Los tres amigos habían salido prácticamente corriendo de aquel lugar que de día era un centro escolar, pero a esas horas de la tarde noche, se había convertido en el mismísimo infierno.Margaret subió a su auto con el pequeño Ben, sentía el corazón en la garganta. No sabía si Alexander y Tatiana podrían estar acechando desde la lejanía. Respiró profundo para quitarse la ansiedad y se dio cuenta de que James y Tom habían bajado de la motocicleta y se dirigían hacia el auto. Ella quitó los seguros y ambos entraron. James en el asiento de copiloto y Tom atrás, justo a la par del pequeño Ben, que yacía dormidito en su silla especial.— Margaret, será mejor que revisemos que todo marche bien con esos documentos —sugirió James con determinación.Tom asintió en aprobación y Margaret abrió una vez más la carpeta que al parecer alguien había dejado allí de manera conveniente para ellos.Pero a medida que continúan revisando la evidencia, se encontraron con una carta de... ¡Tatiana! Estaba esc
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La familia de Richard contra Margaret
Los había visto un par de veces de lejos, cuando comenzó a trabajar en el colegio Brighton, pero nunca se había animado a hablarles y mucho menos cuando comenzó su relación secreta con Richard.El corazón de Margaret se hundió cuando se dio cuenta de que probablemente estaban allí para llevarse a Richard de esa comisaría.Margaret se acercó a la familia con mucha pena de hablarles, pero de primera no parecían felices de verla ¿Qué sabían de ella? ¿Sabían sobre su relación con Richard? Nunca tocó el tema con él.Albert Clark, el padrastro de Richard, se cruzó de brazos y dijo: — ¿Qué quieres? Ya has causado suficientes problemas a nuestra familia.Margaret trató de explicar que tenían pruebas que podrían exonerar a Richard, pero Alice, la hermana menor de Richard, la interrumpió.— Guárdalo. No queremos escucharlo. Todo lo que has hecho es amargarle la vida a mi hermano — dijo con el ceño fruncido.James intervino para defender a Margaret. — Ella no ha sido más que una... buena amiga
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Una difícil ruptura
Luego de aquel bochornoso momento en la estación de policía, James encaminó a Margaret a una cafetería cercana, y ahí estaban los dos, tratando de encontrarle sentido a todo lo que había sucedido. James se acomodó mejor, se acercó a ella lentamente en su asiento, frente a ella. — En verdad... Lamento lo que pasó con los Clark, Margaret. No merecías que te trataran así — dijo James, tratando de consolarla.— Lo sé, James. Pero tienen razón. Soy una mala influencia en todo el sentido de la palabra, nadie puede estar seguro a mi lado, ni yo al lado de nadie sin dudar de todo. Mira lo que ocurrió al confiar mucho en Tatiana. Mira lo que le pasó a Richard por mi culpa — respondió Margaret, con la voz temblando por la emoción.— No puedes culparte por lo que le pasó a Richard. Y ni siquiera sabemos si es culpable o no. Todo podría ser un montaje, nada está definido aun — dijo James, tratando de hacer que Margaret se sintiera mejor. — Pero, ¿y si no lo es? ¿Y si realmente hizo algo malo?
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El secuestro
Richard fue a la puerta y preguntó quién era. Una voz severa respondió:— Abre la puerta, es la policía. No pensamos discutirlo.El corazón de Richard se hundió. Pensó que habían venido por él, pero rápidamente se dio cuenta de que iban tras Margaret y Ben. Margaret entró en pánico, sin saber qué hacer a continuación.Solo se le ocurrió presionar su Beeper, esperaba que James recibiera la alerta lo antes posible. — Margaret, espera unos minutos y sal por la puerta de atrás. Trataré de entretenerlos — dijo Richard.Margaret vaciló, no queriendo dejar a Richard atrás, pero finalmente asintió y rápidamente recogió algunas de sus cosas y tomó a Ben en brazos.Richard abrió la puerta y los policías irrumpieron. Exigieron saber dónde estaba Margaret. Richard trató de razonar con ellos: — Ella no está aquí. No sé a dónde fue.Los oficiales no estaban convencidos y comenzaron a registrar la habitación. Encontraron el bolso de Margaret y los juguetes del pequeño Ben, y supieron que ella habí
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Una propuesta peligrosa
Cuando se acercaron al almacén, pudieron escuchar los gritos ahogados de Margaret y el llanto de Ben. Sabían que tenían que actuar rápido.Richard hizo un gesto a James y Tom para que lo siguieran mientras avanzaban lentamente hacia la entrada del edificio. Cuando doblaron una esquina, de repente se encontraron rodeados por un grupo de secuaces vestidos de negro con máscaras y blandiendo armas. Richard, James y Tom se sobresaltaron y no tuvieron más remedio que contraatacar en la oscuridad, con la esperanza de llegar a Margaret y Ben antes de que fuera demasiado tarde. Los secuaces eran feroces y hábiles, pero Richard, James y Tom estaban decididos a tener éxito. Lucharon con todas sus fuerzas, usando todo lo que tenían para tratar de dominar a los secuaces y abrirse camino hacia Margaret y Ben.Mientras se abrían paso luchando, James de repente vio a Tatiana entre los secuaces. Se sorprendió al verla allí, pero sabía que ella ya era una traidora y que debería de verla ahora por lo
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Intervención de James
Cuando Tatiana trató de ayudar al grupo a escapar, tenía los nervios de punta. Nunca la habían atrapado en sus misiones anteriores, pero esta vez había fallado. Sus palmas estaban sudorosas y su corazón estaba acelerado. Pensó en las consecuencias de sus acciones y en cómo reaccionaría Alexander cuando descubriera que ella era la traidora. De repente, una mano le tapó la boca por detrás y sintió el frío metal de una pistola contra su cabeza. — Buen trabajo, Tatiana. Siempre supe que eras demasiado leal. Felicidades — susurró Alexander en su oído mientras la agarraba del cuello con todas sus fuerzas, le quitaba su arma y la arrastraba hacia otra parte.Tatiana se sintió enferma de miedo y arrepentimiento. Nunca antes se había sentido tan avergonzada de sí misma. — Pronto te espera tu merecido, traidora — dijo Alexander y escupió el suelo antes de cerrar la puerta con fuerza e ira.Tatiana temblaba de miedo, estaba atrapada en una habitación oscura, sin salida y sin nadie a quien acu
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La ira de Alexander
Richard se quedó allí, atónito. ¿Gemelos? No podía creer lo que decía Alexander. Margaret miró de Richard a Alexander, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. — ¿De qué estás hablando? ¡Contesta! — exigió Richard —. No soy tu hermano.— Oh, pero lo eres — respondió Alexander con aire de suficiencia —. He estado investigando durante años y finalmente encontré la evidencia. Nos separaron al nacer y nuestro padre te iba a dar en adopción, pero al final nuestra... querida madre se quedó contigo y padre me eligió a mí.Richard sacudió la cabeza con incredulidad. — ¡Eso no puede ser cierto! —apretó sus puños con impotencia.— Es cierto — insistió Alexander —. Y ahora que te he encontrado, no te dejaré ir. Podemos gobernar el mundo juntos, tú y yo. Claro, si prometes dejar a Margaret y a mi hijo en paz, ellos me pertenecen.— Nunca me uniré a ti — escupió Richard. Alejandro se rió con ironía. —Oh, creo que lo harás. Una vez que veas de lo que soy capaz, te darás cuenta.Margaret no pod
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Entre la espada y la pared
Cuando James y Tom estaban a punto de escapar por una ventana, fueron atrapados por la policía. Los llevaron de vuelta a la sala de interrogatorios, justo donde los esperaban Margaret y los demás. Los oficiales expusieron lo que esos dos estaban tratando, lo cual les daba más razones para inculparlos y encerrarlos en una celda.— ¿Qué estás haciendo, James? — exclamó Margaret —. Sólo estás empeorando las cosas ¿Lo sabes? — Tenía que hacer algo, Margaret. No podía simplemente sentarme aquí y no hacer nada. Lamento habernos metido en este lío, pero tenemos que encontrar una manera de ayudarte a ti y al bebé.Ella se quedó sin palabras y no pudo decir más, porque con la misma se llevaron a James y a Tom para alguna especie de selva.Luego de aquel inquietante episodio, Margaret se sentó nerviosa en la comisaría, su mente se aceleraba con pensamientos de lo que sucedería a continuación. Ella había pedido hablar con un juez y demandar a Alexander, pero las autoridades insistieron en la p
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El escape
Tatiana paseaba de un lado a otro en la sala de estar de Richard, sumida en sus pensamientos. Estaba decidida a encontrar una forma de rescatar a James y Tom de la comisaría. Sabía que no sería fácil, pero no podía soportar la idea de dejarlos allí por mucho más tiempo. — ¿De verdad puedes hacer esto, Tatiana? — Margaret le preguntó, sus ojos llenos de preocupación. — Tengo que intentarlo — respondió Tatiana, su voz firme.— Pero, ¿cómo? — intervino Richard, preocupado —. La comisaría está fuertemente custodiada.Tatiana respiró hondo y comenzó a explicar su plan. — Usaré mis habilidades de espionaje. Me colaré en la estación de policía disfrazado de conserje u otro miembro del personal. Reuniré información sobre el diseño del edificio y encontraré una manera de sacar a James y Tom sin que se den cuenta.— Margaret y Richard se miraron, sin saber si era una buena idea.— Pero, ¿y si te atrapan? — preguntó Margaret con voz temblorosa. — No lo harán — dijo Tatiana con confianza —. Ya
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El miedo de vuelta
¡Advertencia! Sutil contenido erótico. Lee bajo tu propio riesgo.Mientras tanto, en el apartamento de Richard, él había quedado emocionado de que ella estuviera justo allí a su lado. En cuanto ella se dirigió hacia donde Ben estaba dormidito, él la agarró de la muñeca para que volteara a verlo ¿Acaso el vino le había hecho algo de efecto? Por inercia, Richard no pudo evitar acercarse al oído de la joven madre:—Al fin solos — musitó con su respiración tibia y excitada, esa que le provocó un escalofrío agradable en todo el cuerpo.Margaret no pudo resistir el acercamiento de Richard y pronto, casi sin darse cuenta, estaban besándose apasionadamente. Sus lenguas danzaban, acariciándose y enviando sensaciones de placer al vientre de Margaret y a la entrepierna de Richard.De pronto, ella sintió el fuego dentro de ella ardiendo más fuerte que nunca. La forma en que Richard la sostuvo en sus brazos la hizo sentir como si estuviera en la cima del mundo. Podía sentir su pasión y deseo p
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