Victoria asumió el control con determinación, dejándose llevar por la lujuria del momento. En ese instante, no existían dimensiones, solo ellos dos. Sus manos expertas lo tocaban, lo traían a su red, dejándolo a su merced. Cada movimiento estaba calculado, cada gesto era una invitación a adentrarse en un mundo de placer y deseo. Victoria sabía exactamente cómo llevarlo al límite, cómo hacer que perdiera el control y se entregara por completo a ella. No había lugar para la duda, solo para la entrega total. En ese instante, el tiempo se detuvo y solo existía la pasión desenfrenada que los consumía.Dueña de la situación, dominando cada suspiro, cada gemido, cada mirada. Era un juego de poder, un baile sensual en el que ambos se dejaban llevar por la intensidad del momento. Y así, entre susurros y caricias, se fundieron en un abrazo apasionado, perdiéndose en un mundo donde solo existían ellos dos. Llevándolo a un lugar donde la pasión reinaba sin límites. Era un viaje sin retorno, una
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