¿Qué? Abro los ojos como platos. Apenas la escucho exponer el plan que tiene previsto, doy un gran respingo que me hace arrancar el pecho de la boquita de la nena y la hago llorar con escándalo. Con mano temblorosa y contrariada por su súbita propuesta, la devuelvo a su boca y la hago callar. ―Nana, eso es absurdo ―aspiro una profunda bocanada de aire para calmar mi nerviosismo―, creo que no… Me hace callar antes de que continúe. ―Escúchame por favor. No tienes por qué responder ahora, cariño ―es que no podré hacerlo, aunque quisiera―. Sé que esta proposición que te acabo de hacer es repentina y, tal vez, te parezca descabellada ―me explica con apuro―. Puedo comprender que para ti es difícil asimilarla, sobre todo, por lo que acaba de pasar recientemente en tu vida ―mi pecho se comprime con dolor al recordar la pérdida de mi familia―. Más, sin embargo, me atrevo a pedírtelo debido a las difíciles circunstancias que me obligan a hacerlo. No sé qué pensar al respecto, pero imaginar c
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