—No te preocupes por eso, hagamos un buen trabajo, verás cuando acabemos esto, donde te sientas.Llegamos al club, una vez ingresé Arinka me miró y supe que me tenía algo que decir. Le hice señas y trajo una cerveza, se sentó en mis piernas, me pasó un papel.«El dueño del club de los niños está aquí, habitación trescientos.»—Por eso me encantas, busca a Franka. —Le dije.—Apenas estamos comenzando, te costará el doble.—Por tu culo pago lo que sea.En el carro tenía mi traje antibalas y el de Kevin también lo había guardado ahí. Ingresamos al cuarto, me puse el aislador.» Ahora sí. Descríbemelo.—Un metro con ochenta de estatura, rubio, contextura grasosa. Porta cuatro anillos en su mano derecha.—Gracias, Arinka.—¿Qué vamos a hacer Arnold? —Le entregué mis llaves.—Trae los trajes, vamos a darle un paseo a un hijueputa. —Kevin salió, las chicas se pusieron cómodas y encendieron la televisión—. ¿Me pueden prestar su celular? —llamé a Rino.—¿Sí?—Escúchame Alfredo.—¿Arnold?—Cont
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