Así que Aurore no era su mujer, sino su hija. Ahora algunas cosas tienen sentido, pero eso no despeja la idea de que su jefe está casado, aunque por la pelea del otro día, debe ser un mal matrimonio o están separados. Como sea, eso ahora no importa. Lucie se pone de pie, le ofrece su mano a Aurore y la niña se la da sin ninguna objeción, algo que no pasa desapercibido para nadie porque normalmente la pequeña no le hace caso a nadie más que a su padre. —Vanessa, ¿la madre dijo algo? —Nada, solo la dejó sentada allí y se fue —la boca de Lucie se hace una línea fina, asiente con la expresión seria y camina con la pequeña al ascensor. Va a marcar el piso de la oficina, pero la niña tira suavemente su mano y le dice. —Disculpe, señorita Geller, pero tengo hambre. —¿Hambre de desayuno o de algo más pequeño? —le pregunta con cariño, mientras aprieta el botón de la cafetería. —De desayuno, mi madre no me dio esta mañana porque se quedó dormida y debía maquillarse para ir a sus cosas.
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