Cuando Lyra tenía catorce y James quince años, su padre los llevo a ambos de vacaciones a Hawái. Alquilaron un gran hotel en una playa privada solo para los residentes de aquel local exclusivo. En secreto, el señor Jace Brown solo quería pasar sus últimos tiempos al lado de sus hijos, ordenando sus pendientes, y la empresa. Preparando a James para heredar todo, y pasar sus últimos meses con ellos dos. Jace Brown estaba enfermo y lo sabía. Y poco a poco moria. Bueno, técnicamente todos estamos muriendo. Cada día que vivimos es un día menos donde tu organismo funciona cada día peor. Pero morirse de vejez no es lo mismo a morirse por una enfermedad terminal. No es que el hiciera algo para merecer aquella enfermedad, el no tomaba, no fumaba, no tenia sobrepeso y aun así estaba enfermo. El era la prueba, de que la muerte no discrimina ante nadie, ni entre pobres o ricos. Ni entre buenos o malos. Morir es como una lotería a la inversa. Nadie desea esa suerte, y a alguien siempre le toca.
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