Me senté y la miré, unos hombres se acercaban y para alejar cualquier confusión la jalé y la besé. Me dolía el lado izquierdo de mi cadera por el golpe repentino de ella. Pero nada me importaba. Solo sentir los labios de mi Pelirosada.—¿Todo bien señorita?—Sí, él es mi novio.Y eso se sintió jodidamente increíble. Si ella estaba aquí fue porque el señor Braulio la trajo, no deseaba eso, pero al verla, sentirla solo puedo agradecerlo.—¿Te estaban molestando?—No. Pero ando paranoica, me pasó algo hace unos días. —No dije nada.Mi corazón se aceleró. Las imágenes de ella y yo bañándonos, en la cama, en el sofá, con nuestros cuerpos sudando, pegando hasta donde nos era posible nuestras pieles. —No seas tan primitivo Iskander—, sin embargo, no podía dejar a un lado mi instinto primitivo. Volvió a besarme y lo hizo de una manera que en vez de apartar mi libido lo que hizo fue levantar mi miembro.—Pelirosada, es mejor que no me beses de ese modo o no seré un caballero, sino un perfecto
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