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Todos los capítulos de Sueños de mafia: Capítulo 31 - Capítulo 40
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30~ Atada.
Aurora regresó al piso de la revista con los papeles en la mano y las llaves apretadas en un puño, tenía el corazón acelerado y por más que trató de ir con Franco no pudo, el hombre había despertado y visitarse en medio de la vigilia era realmente complicado, así que no tuvo más opción que escribirle un mensaje.— No puedo aceptarlo, Franco. Gracias, pero es un regalo muy caro — como única respuesta recibió un striker de un hombre con las manos en la cintura mirando mal.— Hablamos después — le escribió él después de que Aurora lo bombardeara en mensajes.Revisó los papeles, en ellos decía que la camioneta estaba a su nombre y tambien había una licencia de conducir con su foto y varias cosas que siendo honesta no entendió.— Ay dios — soltó, lo cierto era que, después de que se le pasaron los nervios por el tremendo regalo, se le escapó una sonrisa, pero no pudo darse un rato más largo para asimilar lo sucedido, porque de repente unas hojas cayeron frente a ella y Víctor se sentó enfr
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31~ EL rey negro.
Aurora se quedó en el auto cuando Franco salió, aunque el hombre le dijo que no serviría de nada ella decidió quedarse ahí, le aterró la idea de quedarse al lado del hombre y que pudiera delatarlo de alguna forma, pero en cuanto él entró al edificio de al lado por la puerta trasera, en un parpadeo ya estaba a su lado, así que no le quedó de otra que caminar junto a él.Lograba sentir al otro lado su cuerpo sentado en el asiento de la camioneta y a Carlos hablando con alguien, parecía hablar por teléfono, y por más que logró concentrarse en regresar no lo logró.— No eres tú, soy yo — le dijo Franco a uno de los hombres que caminaba a su lado después de sentir la desesperación de Aurora, ella entendió que le hablaba a su hombre para que no lo vieran hablarle al aire, pero le hablaba a ella — cundo uno de los dos se siente en un riesgo inminente ata al otro, estaba intentando controlar mis emociones para no atraerte, pero después de que llegaste…— Lo entiendo, no es tu culpa — le dijo
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32~ Desaparecer.
Aurora sintió una presión en la cabeza cuando los ojos del hombre se posaron sobre ella. Con desesperación volteó a mirar a Franco que seguía tirado en el suelo.No podía sentirlo, la arena estaba lejos de ella y solo podía sentir que los conectaba un fragmento casi inexistente e insuficiente para lograr sentir al mafioso.Doménico se irguió en su dirección y Aurora se agarró de la puerta para no caer, estaba más bien paralizada y por más que trató de regresar a su cuerpo le fue imposible, ya ni siquiera sentía el volante entre sus manos y la presencia de Carlos a su lado, era como si no estuviera allá, como si todo su cuerpo estuviera en Italia.— Mira nada más — dijo Doménico, todos los hombres de Franco estaban igual en el suelo retorciéndose del dolor — es muy atractiva, altiva, toda una reina — se acercó a ella.— ¡Alejate de ella! — le gritó Franco desde el suelo, pero fue incapaz de ponerse de pie. Doménico siguió avanzando hacia Aurora y ella se cubrió la boca con las manos.—
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33~ Cuestiones de la arena.
Aurora frenó en seco frente a su edificio, pero no supo qué hacer con la camioneta, nunca imaginó llegar a tener un auto, así que se quedó sin saber dónde debía estacionarlo.Optó por dejarlo en la calle, se suponía que no se tomarían más de media hora en el lugar para luego ir a recoger las cosas de Carlos.Mientras subían las escaleras, ya que el ascensor estaba demorando mucho, Carlos se agarró de la pared para no caer presa de un mareo y Aurora lo agarró por los hombros.— ¿Qué pasa? — le preguntó ella y él se despeinó el cabello con frustración.— Me asusté — dijo con la voz entrecortada cuando Aurora lo agarró de los hombros — cundo comenzaste a convulsionar me asuste y cuando vi que te sangraba la nariz… la sensación de la arena en el cuerpo regresó, tu arena está fluyendo muy rápido. Me abruma tanto — se agarró de las cienes, como si tuviera un fuerte dolor de cabeza y comenzó a sudar, así que Aurora colgó su brazo por sobre su hombro y lo ayudó a terminar de subir las escaler
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34~ La formadora.
Carlos se acomodó en el mueble de la casa de los Dicarlo en Italia, Gio estaba sentado a su lado y él se aguantó las ganas de estirar la mano y agarrar la del pelirrojo para calmarse un poco.Al otro lado estaba Franco, y Carlos podía sentir la tensión en el cuerpo del mafioso, y aunque no podía verlo, sabía que Carlos estaba ahí.Ya se sentía mejor, el miedo que le había dado ver a Aurora de esa forma le detonó una especie de ataque, y no lograba entender del todo por qué era tan grave que hubiera podido ver a Franco visitando a Aurora, pero por eso estaban ahí.La mujer dejó una taza humeante frente a Gio y el pelirrojo la tomó con manos temblorosas.— Tú estás conectado a Carlos — le dijo Franco a Gio — deberías de sentir algo en él — Giovanny negó con la cabeza y le dio un sorbo grande a la taza, Carlos supo que era amarga, pero le gustaba.— No, la verdad hemos estado un poco… estancados.— Atrapados — murmuró Carlos, pero solo Gio podía oírlo.— Es sumamente extraño — dijo la mu
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35~ Hermanos.
Aurora sintió como un valde de agua fría le cayó encima, pero luego agarró por los hombros a Franco y lo sacudió.— Por favor, dime que estás mintiendo — le dijo ella y la seriedad de Franco la asustó, trató de ponerse de pie, pero no lo consiguió.Franco la tomó de la mano y se le llevó a su habitación en Italia, allí había más cuadros pintados con el carboncillo, más cuadros de ella. De Aurora trabajando en el escritorio, de Aurora desnuda.De no ser por la situación, hubiera bromeado al respecto, pero en ese momento esta sin habla.Franco la sentó en la cama y buscó unos papeles en la cómoda al lado de la cama, eran muchos y con mucho texto, pero al ver la cara de confusión que tenía la mujer se sentó a su lado.— Tu apellido, Belalcázar, sí es el de tus padres. Lamento haberlos investigado, pero, eran hijos del bosque y quería saber qué pasó con ellos…— Dímelo — lo instó ella con frialdad y Franco se aclaró la garganta.— Tu padre era un empresario colombiano, llamado pedro Belal
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36~ Hablar con la verdad.
Aurora no pudo dormir bien los días venideros, despertaba en medio de la noche y no era capaz de conciliar el sueño a menos que se perdiera en los brazos de Franco, pero el hombre tenía un horario de sueño incomprensible, dormía cuando podía y eso molestaba a Aurora, se le notaba cansado y estresado y dormir mal no le ayudaba mucho, además, habían visitado pocas veces su espacio mental, pero la guerra con Doménico había comenzado enserio y eso le arrebataba todo el tiempo al mafioso.Desde la última vez, la habitación eternamente blanca del espacio mental se fue convirtiendo un poco en una habitación real, con paredes, pero aparte de la ventana por la que entraba aún la brisa cálida y el sonido del mar, no había cambiado mucho.Aparecieron más cuadros de Franco, el escritorio de Aurora y la camioneta que él le dio tamaño juguete sobre la repisa alta donde aparecía todavía la fotografía del hombre de la cicatriz.— Es uno de los primeros recuerdos que asocias conmigo — le había dicho F
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37~ Por la cabeza de la reina.
Aurora quería encontrar el momento perfecto para decirle a Carlos que eran hermanos, pero siempre se le escapaba de las manos, ya fuera por un tema en concreto que el rubio mencionara o porque alguien interrumpía siempre en el momento indicado. — No es el momento — le dijo Franco esa mañana mientras desayunaba en la mesa de la cabaña en Italia. Aurora contemplaba los cuadros con las plumas que estaban por todas partes — eres tú, te aterra decirle — Aurora se despeinó el cabello. — ¿Y si le dices tú? — Franco le dio un sorbo a su café y ella se sentó a su lado. — Claro que no, dime, ¿Cómo se sentiría Carlos al enterarse de que tu sabías y no quisiste decirle? — Aurora tomó la taza del mafioso y le dio un sorbo grande. No era café, era algo amargo que le hizo fruncir la nariz. — ¿Y si se enoja? — ¿Por qué se va a enojar? ¿acaso es tu culpa? Y al parecer ni de tus padres, ellos huían de algo y lo hicieron para protegerlos, al igual que todas las mentiras de las monjas de los orfanato
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38~ El plan de la reina. Parte uno.
Aurora se encerró en su habitación, lo último que quería en ese momento era ver el cadáver que estaba en la sala de su casa.— ¿Por qué lo mataste? — le preguntó a Franco mientras se le colgaba del brazo, como si en cualquier momento algo pudiera arrancarla de él.— Tenía que hacerlo — le comentó él y la rodeó con el brazo.— Pero, él puede tener familia, amigos, hijos…— Y aun así decidió irrumpir en una casa ajena y matar a la propietaria para conseguir drogas — la tomó de la cara para que lo mirara a los ojos grises — tenía que hacerlo, Aurora, en este negocio aprendí a arrancar los problemas de raíz, si lo dejaba vivir estoy seguro que delataría tu ubicación y… no quiero imaginar lo que hubiera pasado, estos papeles — sacudió el papel en el aire — es la última medida desesperada de Doménico para encontrarte ya que no pudo hacerlo por su cuenta, esto te pone muy en riesgo, cualquier persona que esté en el mundo de la lluvia escarlata o los hijos del bosque te estará buscando — Auro
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39~ El plan de la reina. Pate dos.
Aurora se sentó junto a la ventana y Carlos a su lado, el rubio parecía nervioso y eso que aún no había escuchado el plan de Aurora, así que ella se limitó a no mirarlo para no tener que darle una explicación de sus manos temblorosas.Frente a ella estaban Arantza y Pietro, muy juntos, ambos sonreían como si hubieran notado algo que ella no y cuando miró alrededor no vio nada, así que se aclaró la garganta.— ¿Son pareja destinada? — Pietro asintió, era alto, rubio con una coleta y muy musculoso, tenía los ojos como el cielo y aunque físicamente era tan diferente a Arantza, se complementaban a la perfección, lucían como una pareja perfecta.— Nuestro despertar fue hace diez años, cuando cumplimos veinticinco — le dijo él, hablaba perfectamente español, pero con acento mexicano y Aurora pensó que eso tendría mucho sentido, luego se preguntó irremediablemente si el español de Franco tendría su acento paisa, e imaginó que sí.— Diez años es mucho — dijo Carlos y la pareja se miró.— Han
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