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Todos los capítulos de ¡Jefe, nos enamoramos! : Capítulo 111 - Capítulo 120
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111. El grito de la señora Hudson
Y cuelga.Va directamente con Maximiliano y Robert, éste último mirándolo con complicidad, pero sin mencionar nada.—Chris pasará buscando por mí —le hace saber.Maximiliano se ríe de algo que dice Robert pero al escucharla, con sus brazos un cruzados, la observa y la hace alejarse un poco más de aquel otro D´Angelo.—¿Por qué? —inclina la cabeza. Un gesto suave.—Jenny me acaba de mandar un mensaje. Dice que es urgente que nos reunamos todos. No lo sé, la note muy ansiosa.—¿Le sucede algo?—Le pregunté y me dijo que no, que eso es lo de menos.—¿Y Chris vendrá a buscarte? Preciosa, me gustaría llevarte yo a ti —susurra.—No, para nada. Tienes que quedarte aquí tú, con Giovanna —ella lo mira y Maximiliano se acerca más a sus labios—. Tienes que estar aquí…—Incluso, yo quiero estar contigo ahora…Él susurra y Maya sonríe, casi cerca de sus labios pero Robert carraspea y ellos se alejan de inmediato, ruborizados. Se han olvidado que él está ahí presente y Maya dirige su mano hacia pa
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112. Grandiosa felicidad
¡Embarazada!Es lo primero que grita seguido de la señora Hudson, momentos después, en donde la madre de Jenny es quien espabila las manos y cuando su amiga se ha reído por sus reacciones, se tapa la boca con las manos, ella vuelve asentir, ya en ese momento con los ojos llorosos, en una sonrisa que deja a los presentes helados. La inesperada relevación los deja a todos atónitos. A su lado parece también sonreír Phoenix, que entonces la toma por la cintura y la empuja hacia su lado. Los señores Hudson no pueden estar más que conmovidos por lo que quizás ya es un realidad, de lo que le espera tal allegada noticia, inverosímil y tirada tal cual una bomba en ese momento, para todos ellos. La espera se vuelve más alborozada cuando es la señora Hudson la que bota el primer brinco directo hacia su hija.—¡Dios Mío!Y la aprisiona entre sus brazos y el ahora futuro abuelo, el señor Hudson había estado con una mano en sus labios, ojos lagrimeando y conmoción jubilosa. No hay manera en que
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113. Sueños y esperanzas
Su amiga se tapa la boca. Sus ojos están impresionados. —¿Por qué siento que estás sufriendo en silencio?—No sufro, sólo que —Maya se encoge de hombros—, es complicado…—Querida nena, si es de ese modo sólo tienes una oportunidad para saber si quieres seguir o no. —Quiero hacerlo —asiente Maya—. Quiero porque lo quiero a él. Quiero ir y salir a buscarlo, decirle todo lo que siento. Maximiliano no deja de estar en su mente. Ni en su corazón. Tenía que decir todo aquello para cerciorar aún más lo que siente. Jenny le toma su mano. —Entonces, ve por ello. Maya se siente tan bien hablando ahora sobre esto. Y más aún sobre Jenny. —Gracias; sé que estoy haciendo mal por no contarte aún de quién se trata. No me odies, querida.—Olvida eso, yo sé que seré la primera en saberlo. Sólo te hago tomar tu tiempo —Jenny la tira hacia su cuerpo—. Por lo tanto, quiero que sepas que lo único que deseo es que estés bien, te sientas bien.—¡Yo estoy bien! —expresa Maya una vez cierra s
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114. Tan obvio
Maximiliano había extrañado toda esa noche a Maya. No la puede sacar de su mente y siente que es la necesidad de tenerla tan cerca para sentirse bien. ¿Cómo es que ahora la necesita de esa forma? Lo ha embelesado en tantas maneras. En tan poco tiempo. De formas inigualables. Y no es tiempo de ahora. Es desde que la conoció. Había estado pensando en todo lo que Diana le había dicho. Y después de ordenar sus pensamientos. De verla reír. Sentirla. Besarla. Conocerla un poco más. En realidad, Diana tiene razón. Se siente desdichado por haberse mentido a sí mismo. Porque al comprometerse con Diana, la quería. Pero llegó Maya. Y con ella, un camino de nuevos sentimientos que no se comparan, jamás, con lo sentido por Diana. Y no es un maldito infeliz como para compararlas. Cuatro años de noviazgo y meses de compromiso. Diana había sido una mujer importante. La creyó la madre de sus hijos. Pero Diana no quería hijos, y él aunque si lo deseara, nunca la obligó hacerla sentir menos por esa d
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115. Bajo el ojo de la verdad
Maximiliano se tensa. Observa a su madre, que ya no lo ve sino que se encamina hacia Giovanna. Pero le sonríe una última vez a su hermana y en un momento después las deja sola, saliendo al pasillo.Al salir de inmediato observa a Robert y Stephanie, que conociendo de su mirada fruncida ahora, señalan al pasillo.—Tengo que decirte algo. Robert murmura, entregándole las llaves de su coche. —Descuida, no me tardaré. Espera aquí.—Es urgente, Max.Maximiliano recrea una vez más un ceño fruncido y no le hace gracia la diligencia con la que Robert suelta sus palabras. Sus movimientos vuelven a retomarse y asiente.—De acuerdo, entonces ya vuelvo.Toma su abrigo del asiento, toma aire, y hace hincapié a la destemplanza que se crea justo en cuanto se da la vuelta para ir directo al lugar. Ni siquiera está tan lejos, y sólo tiene que cruzar el corredor para observar la figura de Diana sentada en un balcón. Se coloca su abrigo y cuando ella finalmente lo ha notado, se levanta miránd
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116. Colérico
Diana bebe el café y Maximiliano se siente derrotado, baja los hombros y suspira. Esta conversación no iría a ningún lado.Diana sonríe.—Qué patética fui —es lo que sisea—. Creí que el hombre que amaba también me amaba a mí. Sin embargo, se enamoró de otra en el camino. ¿No es eso algo por la cual estar furibunda? —Lo es —confirma Maximiliano—. Te doy toda la razón, Diana. Tienes la total razón en sentir rabia por mí. Y comprenderé si terminas odiándome, no hace falta que digas el porqué. Sólo…necesito que entiendas que ya no lo negaré.—Deja de decir estupideces.—¿Entonces porque me lo dijiste? —Maximiliano dice—. Fuiste tú quien dijo que yo estaba enamorado de Maya. Diana lo mira.—Si nos hubiéramos casado nunca imaginaría que yo pudiese amar a otra mujer a excepción de ti —dijo Maximiliano—. Pero dejaste esto así porque era lo correcto. No debías estar con un hombre al que le tenías desconfianza y sentías que estaba sintiendo algo por otra mujer. Incluso si ese hombre e
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117. Odio
Diana deja de hablar. La mirada de Maximiliano cambia rotundamente.Robert gira su rostro hacia él, y le envía también una mirada agridulce hacia Diana.—Creí que lo sabías, Max. Apenas lo vi esta mañana.Ninguno de los dos obtiene una respuesta. El silencio que ronda el rostro de Maximiliano es, sin duda, terrorífico.Robert da un paso hacia él para tomarlo del brazo cuando lo observa girarse en sus talones.—Max…—No me toques.Y se zafa, saliendo del recuadro. Diana cierra los ojos, tomándose la frente. Robert maldice por lo bajo, dándose la vuelta. —¿Qué? ¿Estás feliz?—¿Yo feliz? —remedia Diana, mirándolo de arriba abajo—. ¿No lo viste? Lo engañó.—¿Cómo sabes que lo engañó? Ella desvió la mirada.—Yo sólo…hice lo que tenía que hacer. —¿Y qué tenías qué hacer, mujer? Por favor.—Le mostramos la verdad, Robert. Maya debió decirle, eso es todo. —Sí, pero ella. Ni tú ni yo debimos —Robert entonces pasa por su lado. Y se pierde en el camino—. Maldición.Diana
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118. Dolor
—¡Cómo te atreves tú a decir aquello!Maya se acerca. Sus pensamientos la hacen delirar. Y se siente ahora desolada—No te pude haber contado. Y sí, fue mi error. Tampoco supe que Roy Sidney había sido el hombre que te arruinó. Nunca me lo dijiste —Maya le hace entrar en razón—. Mi proyecto era muy importante para mí en estos momentos y no pude pensar en otro cosa sino en eso. —No te estoy diciendo que elijas entre tu proyecto y yo —Maximiliano expresa—. Pero si no me lo dijiste nunca es porque ¡no confías en mí! Todo el mundo lo sabía. Sabía de esa maldita competencia menos yo. Me tuve que enterar de otra boca tu traición para que aún me digas que yo iba a ser quién te arruinara tu proyecto.—¡Yo no dije que tú arruinarías esto! Tampoco te traicioné o te mentí…—Pero me lo ocultaste.—¡Estaba esperando el momento para decírtelo! —¡Y por qué es Roy Sidney quien va a financiar todo lo que hagas! Maya se calla con las lágrimas en los ojos y niega.—Ni siquiera sé si yo soy
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119. Perdida
Sin embargo, oye decir al instante. —Maya. Es Chris quien menciona. Por ende tiene que voltear a verlo. Sostiene aquella mirada, triste, reprendida, sin fuerza y considerando nada más que la derrota dentro de su pecho. —Vine a buscarte, apenas llegué. Debemos ir a la pequeña rueda de prensa. Maya evoca su mirada en el periódico, al lado de Roy Sidney y no puede controlar la manera en la que trata de tomar todo lo que sintió dentro de la misma reacción a esta noticia. Que no es más que austera. Quiere reír, sonreír, tirarse sobre Chris y gritar de emoción. Y cree que está siendo cruel con todo lo que habían hecho. Siendo insensible con cada cosa que habían trabajado. Siente que no es justo. Que todo esto pase y los demás tengan que cargar con su tristeza, y dolencia. Ver parado Chris frente a sus ojos, al verlo también con el periódico entre sus manos, es por lo que todo soñó. Y mientras recuerda también la felicidad que deben tener todos, la felicidad que debe ser de ella también
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120. Melancolía
Chris aparca. Maya se toma el tiempo de tomar el aire necesario. Controla todo lo necesario. Lo hace. Le dice a Chris que sólo la deje un momento mientras se arregla un poco. Su amigo le sonríe, le dice que la esperara dentro. Lo ve alejarse y lo primero que se mete a la boca es un caramelo de menta. Y comienza arreglarse. A quitar la pintura negra bajo sus ojos. Maquillarse un poco más y peinar aunque sea un poco su cabello de lado. Busca entonces todo lo que pueda hacer para no pensar en todo aquello y seguir entendiendo que nada haría si se mantiene bajo las nieblas de sus sollozos. Observa el frente, y se observa a sí misma. Pese a que sus ojos están con el rastro de apenas unos momentos atrás, se dice a si misma que debe salir de ese lugar. Consigue tomar sus cosas.Es un paso para su futuro. Es un paso para el sueño que sería suyo, de Chris, de todos ellos.Observa el edificio y lo dirige hacia la entrada. No está tan aglomerado como el día de la ceremonia pero no duda en
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