Maximiliano había extrañado toda esa noche a Maya. No la puede sacar de su mente y siente que es la necesidad de tenerla tan cerca para sentirse bien. ¿Cómo es que ahora la necesita de esa forma? Lo ha embelesado en tantas maneras. En tan poco tiempo. De formas inigualables. Y no es tiempo de ahora. Es desde que la conoció. Había estado pensando en todo lo que Diana le había dicho. Y después de ordenar sus pensamientos. De verla reír. Sentirla. Besarla. Conocerla un poco más. En realidad, Diana tiene razón. Se siente desdichado por haberse mentido a sí mismo. Porque al comprometerse con Diana, la quería. Pero llegó Maya. Y con ella, un camino de nuevos sentimientos que no se comparan, jamás, con lo sentido por Diana. Y no es un maldito infeliz como para compararlas. Cuatro años de noviazgo y meses de compromiso. Diana había sido una mujer importante. La creyó la madre de sus hijos. Pero Diana no quería hijos, y él aunque si lo deseara, nunca la obligó hacerla sentir menos por esa d
Maximiliano se tensa. Observa a su madre, que ya no lo ve sino que se encamina hacia Giovanna. Pero le sonríe una última vez a su hermana y en un momento después las deja sola, saliendo al pasillo.Al salir de inmediato observa a Robert y Stephanie, que conociendo de su mirada fruncida ahora, señalan al pasillo.—Tengo que decirte algo. Robert murmura, entregándole las llaves de su coche. —Descuida, no me tardaré. Espera aquí.—Es urgente, Max.Maximiliano recrea una vez más un ceño fruncido y no le hace gracia la diligencia con la que Robert suelta sus palabras. Sus movimientos vuelven a retomarse y asiente.—De acuerdo, entonces ya vuelvo.Toma su abrigo del asiento, toma aire, y hace hincapié a la destemplanza que se crea justo en cuanto se da la vuelta para ir directo al lugar. Ni siquiera está tan lejos, y sólo tiene que cruzar el corredor para observar la figura de Diana sentada en un balcón. Se coloca su abrigo y cuando ella finalmente lo ha notado, se levanta miránd
Diana bebe el café y Maximiliano se siente derrotado, baja los hombros y suspira. Esta conversación no iría a ningún lado.Diana sonríe.—Qué patética fui —es lo que sisea—. Creí que el hombre que amaba también me amaba a mí. Sin embargo, se enamoró de otra en el camino. ¿No es eso algo por la cual estar furibunda? —Lo es —confirma Maximiliano—. Te doy toda la razón, Diana. Tienes la total razón en sentir rabia por mí. Y comprenderé si terminas odiándome, no hace falta que digas el porqué. Sólo…necesito que entiendas que ya no lo negaré.—Deja de decir estupideces.—¿Entonces porque me lo dijiste? —Maximiliano dice—. Fuiste tú quien dijo que yo estaba enamorado de Maya. Diana lo mira.—Si nos hubiéramos casado nunca imaginaría que yo pudiese amar a otra mujer a excepción de ti —dijo Maximiliano—. Pero dejaste esto así porque era lo correcto. No debías estar con un hombre al que le tenías desconfianza y sentías que estaba sintiendo algo por otra mujer. Incluso si ese hombre e
Diana deja de hablar. La mirada de Maximiliano cambia rotundamente.Robert gira su rostro hacia él, y le envía también una mirada agridulce hacia Diana.—Creí que lo sabías, Max. Apenas lo vi esta mañana.Ninguno de los dos obtiene una respuesta. El silencio que ronda el rostro de Maximiliano es, sin duda, terrorífico.Robert da un paso hacia él para tomarlo del brazo cuando lo observa girarse en sus talones.—Max…—No me toques.Y se zafa, saliendo del recuadro. Diana cierra los ojos, tomándose la frente. Robert maldice por lo bajo, dándose la vuelta. —¿Qué? ¿Estás feliz?—¿Yo feliz? —remedia Diana, mirándolo de arriba abajo—. ¿No lo viste? Lo engañó.—¿Cómo sabes que lo engañó? Ella desvió la mirada.—Yo sólo…hice lo que tenía que hacer. —¿Y qué tenías qué hacer, mujer? Por favor.—Le mostramos la verdad, Robert. Maya debió decirle, eso es todo. —Sí, pero ella. Ni tú ni yo debimos —Robert entonces pasa por su lado. Y se pierde en el camino—. Maldición.Diana
—¡Cómo te atreves tú a decir aquello!Maya se acerca. Sus pensamientos la hacen delirar. Y se siente ahora desolada—No te pude haber contado. Y sí, fue mi error. Tampoco supe que Roy Sidney había sido el hombre que te arruinó. Nunca me lo dijiste —Maya le hace entrar en razón—. Mi proyecto era muy importante para mí en estos momentos y no pude pensar en otro cosa sino en eso. —No te estoy diciendo que elijas entre tu proyecto y yo —Maximiliano expresa—. Pero si no me lo dijiste nunca es porque ¡no confías en mí! Todo el mundo lo sabía. Sabía de esa maldita competencia menos yo. Me tuve que enterar de otra boca tu traición para que aún me digas que yo iba a ser quién te arruinara tu proyecto.—¡Yo no dije que tú arruinarías esto! Tampoco te traicioné o te mentí…—Pero me lo ocultaste.—¡Estaba esperando el momento para decírtelo! —¡Y por qué es Roy Sidney quien va a financiar todo lo que hagas! Maya se calla con las lágrimas en los ojos y niega.—Ni siquiera sé si yo soy
Sin embargo, oye decir al instante. —Maya. Es Chris quien menciona. Por ende tiene que voltear a verlo. Sostiene aquella mirada, triste, reprendida, sin fuerza y considerando nada más que la derrota dentro de su pecho. —Vine a buscarte, apenas llegué. Debemos ir a la pequeña rueda de prensa. Maya evoca su mirada en el periódico, al lado de Roy Sidney y no puede controlar la manera en la que trata de tomar todo lo que sintió dentro de la misma reacción a esta noticia. Que no es más que austera. Quiere reír, sonreír, tirarse sobre Chris y gritar de emoción. Y cree que está siendo cruel con todo lo que habían hecho. Siendo insensible con cada cosa que habían trabajado. Siente que no es justo. Que todo esto pase y los demás tengan que cargar con su tristeza, y dolencia. Ver parado Chris frente a sus ojos, al verlo también con el periódico entre sus manos, es por lo que todo soñó. Y mientras recuerda también la felicidad que deben tener todos, la felicidad que debe ser de ella también
Chris aparca. Maya se toma el tiempo de tomar el aire necesario. Controla todo lo necesario. Lo hace. Le dice a Chris que sólo la deje un momento mientras se arregla un poco. Su amigo le sonríe, le dice que la esperara dentro. Lo ve alejarse y lo primero que se mete a la boca es un caramelo de menta. Y comienza arreglarse. A quitar la pintura negra bajo sus ojos. Maquillarse un poco más y peinar aunque sea un poco su cabello de lado. Busca entonces todo lo que pueda hacer para no pensar en todo aquello y seguir entendiendo que nada haría si se mantiene bajo las nieblas de sus sollozos. Observa el frente, y se observa a sí misma. Pese a que sus ojos están con el rastro de apenas unos momentos atrás, se dice a si misma que debe salir de ese lugar. Consigue tomar sus cosas.Es un paso para su futuro. Es un paso para el sueño que sería suyo, de Chris, de todos ellos.Observa el edificio y lo dirige hacia la entrada. No está tan aglomerado como el día de la ceremonia pero no duda en
Se siente dichosa de saber que Chris también está feliz por lo mismo. Por todo eso. Y cómo no iba a estarlo. Le sonríe y le hace saber que este momento también es suyo. Más de lo que imagina.Los chicos estarán felices después de esto. Sus padres. Los señores Hudson. Todos estarían contentos de saber y entender que finalmente se está volviendo realidad esta victoria. Maya comprende de una vez por todas que esto no puede ser mejor de lo que imagina. Merecedor de todas sus alegrías. Le sonríe a Chris nada más que mirar lo que en su mano ya se encuentran.—Ahora, señorita CEO, deberá decir algunas palabras. ¿No cree? Chris mantiene una sonrisa encantadora, señalando con la cabeza hacia la tarima. Maya abre los ojos.—¿Yo? Chris, no sé si pueda…y delante de toda esta gente.—Claro que puedes. ¿Cómo no si tú creaste toda una cadena de hoteles? Sé que si puedes, querida. Claro que sí.Maya le sonríe, entre un suspiro. Se moja los labios y cuando Roy Sidney llama su nombre, cree enten