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93 chapters
#91
Yannek: Me resulta increíble, pero es cierto que estoy babeando, saboreando, cual depredador cuando está medio muerto de hambre y es por causa de ella. Mis recuerdos son como un río de lava, que ha comenzado a carcomerme en las últimas horas. La próxima líder de la mafya parece una mujer seria, incorruptible y poderosa. Y así la ven todos, pero por dentro está rota y corrompida por mí, que me adueñé y me vacíe en ese cuerpo atlético. Pareciera que el hecho de que respira, el hecho de que existe, solo sirve para cuestionarme. He tenido miles de oportunidades para matarla, bien pude haberle enterrado una bala en la frente hace años, pero... Sonrío. Este juego mío es uno a largo plazo, es cuestión de resistencia, no de rapidez. Viktoria: —Sígame —piden. Contemplo a una mujer asiática, increíblemente delgada , con collar de sumisa en su cuello, que ha venido hasta mi mesa. Bebo el último sorbo de champán, y la sigo. Caminando por entre la gente que baila o se mete mano
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#92:
Mariela: Siempre me sorprende lo hermoso que es el viñedo. La casona antigua y los trabajadores laborando le dan un aire tranquilo e idílico al lugar. No me extraña que Amy ame este sitio. Corretea por entre las vides y ríe feliz, los trabajodores le ofrecen de las mejores uvas y las toma, comiendolas y trayendome para que las pruebe. — La concientes demasiado.— protesto, mirando a su padre de reojo. Augusto se limita a sonreír. — Es mi hija. Quiero que sea todo lo feliz que pueda. Recuerdo que cuando Amy nació, Augusto dudaba de si llamarla Yudith o no, en honor a su madre de crianza. No lo reconoce, pero el que ella muriera asesinada por Yunior le dolió muchísimo. Durante la guerra de clanes realmente fue imposible que él le pidiera ayuda a ella, sin embargo, ella supo que él y Víktor estaban prisioneros en Bulgaria y reaccionó liberando a Diana y a aquella otra niña. Eso le costó la vida. Además, estaba también su madre, la señora Clarisse para tener en consideración. A
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#93:( Final)
Diana: — ¿Y qué se traen tú y Augusto, eh? Mary se mueve nerviosamente, mientras mira a mi hermanita, quien está recogiendo uvas rezagadas de la cosecha de ayer. — No sé a qué te refieres. — Ay, por favor. ¿Llego, y los encuentro esperando a ambos en la puerta? ¿Y se toman de las manos como si nada? A otra la engañas, pero no a mí. Desembucha. — No hay nada que contar. Anoche le pedí perdón por mis estupideces y quedamos en hablarlo más detenidamente hoy. Eso es todo. — Seduselo.— aconsejo. Ella sonríe. — Esta vez sí seguiré tu consejo. — Genial. Dicen que a la tercera va la vencida, mamá. Créaslo o no, siempre he sabido que no eras enteramente feliz. Es porque te faltaba él. Y de todo corazón, les deseo la mayor de las suertes. — Gracias, cariño. * * * Al final, resultó que los Visconti no eran precisamente como los había imaginado. Creí que serían una pareja de ancianos, pero eran unos jóvenes treintañeros, gemelos
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