Renata salió de la ducha, ella escucha que la puerta suena, sin pensarlo se va a atender dejando ingresar un nombre bastante extraño, que solo la observa con una risa que busca salirle.—Usted obviamente debe ser la señora Renata —dice el hombre bastante nervioso, nunca en su vida una mujer lo había intimidado tanto como ella. —Sí soy yo ¿En qué le puedo ayudar? Verá que no llegó en el preciso momento, —ella extiende su mirada, mientras que él sabe que acaba de hablarle a la mujer más bella. —Yo simplemente venía a cumplir con mi trabajo, creí que ya lo sabía señora, evidentemente yo soy su nuevo chofer y estoy contratado para no dejarla sola, ni un solo segundo que pase. —Usted debe estar equivocado, porque yo no lo necesito. —Renata trata de entender, sin embargo, no puede. —Lamento informarle que para su esposo sí, precisamente estaré afuera, esperando poder cumplir con mi trabajo. —Él se va, dejando en su mente ese par de piernas que apenas se cubrían solo por encima. Renata
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