¡Hay dios! Era Ricardo. Aunque no le había enviado nunca mensaje, conservó su número, le gusta lo que siente cada vez que le envía mensajes, parece siempre como si fuera la primera vez.¿Qué sí le contestó? Claro que lo hizo, moría por saber cómo estaba. Comenzaban a jugar con fuego una vez más.—Hola, bien, ¿y tú? —demasiado formal para lo que había pasado.—Bien gracias, —los mensajes sonaban tanto a él, se sentían relajados, pero un poco melancólicos —. ¿Puedo marcarte?, me gustaría escucharte.—Sí, claro —respondió ella, e inmediatamente contestó la llamada que entraba en su teléfono.— ¿Qué has hecho? —lo escuchó y pudo sentir la emoción dentro de ella, queriendo salir por todos los poros de su piel. —Pues en todo este tiempo que desapareciste, solo la novedad es que estoy trabajando nuevamente —no había una cosa que le gustara más, que compartir sus logros con él, siempre la animaba y felicitaba por eso.—Mira que bien, y ¿en qué trabajas? Pero antes, déjame decirte que la des
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