La jaqueca que azolaba su cabeza era verdaderamente atroz, ni siquiera con medicamente podía aliviar el dolor, pero era de esperarse luego de haber inalado un somnífero. A pesar de que le inyectaron algo para contrarrestarlo, aún seguía con mucho sueño y sólo estaba utilizando su fuerza de voluntad para no rendirse.Miró a su alrededor, analizando todo lo que llamaba su atención. La decoración no era igual a la del lugar en el que vivía, pero estaba seguro de que la reconocía. La alfombra azul acero bajo sus pies con patrones en blanco sólo lo hicieron sentir mareado y tuvo que echar la cabeza hacia atrás, sobre el espaldar, para no vomitar.Escuchó algunos ruidos lastimeros, aunque no estaba seguro de que tan cerca o lejos estaban, sólo podía pensar en que no debía ceder ante la pesadez que asechaba todo su ser.—¿Cómo estás?Esa voz la reconoció y sus adormilados ojos cayeron sobre ella. Vestía extraño, ella siempre usaba ropa cómoda y en especial suéteres tejidos de lana. No obstan
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