Andrés dejó la reunión de la junta del conglomerado Troy convencido de que iba a haber sangre, solo era cuestión de tiempo para que empezara a manar y quería saber por quién iba a desangrar a sus nuevos enemigos. Subió a su McLaren F1 del 97, rumbo a la mansión de los Castiblanco. Era todavía bastante joven para el promedio de multimillonarios que vivían en la isla, quizá el más joven entre ellos, no estaba seguro y, la verdad, tampoco era algo que le interrumpiera el sueño. Aunque no era un hombre feo, tampoco se consideraba apuesto, más bien un término medio, de ojos pequeños, labios poco más grandes de una línea trazada por un fino bisturí y solo unos centímetros más bajo que la media de los hombres; sin embargo, debido a su fortuna y un humor gestado por su difícil adolescencia, siempre había una modelo de lencería, trajes de baño o grandes marcas de ropa esperándolo para un masaje con esponja.Pasó por los controles de seguridad de la mansión sin ningún inconveniente, por el co
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