Era la segunda reunión de urgencia que Fabricio convocaba a tan solo tres días del acontecimiento que pasó a ser conocido como el “Rapto de Helena”, solo que esta vez, a diferencia de la primera reunión con la junta directiva del conglomerado, Fabricio solo convocó a quienes iban a formar su círculo más cercano en la lucha empresarial que ya veía venir. Fueron llamados, a su mansión, Diego “el Oráculo”, Diomedes, Darío y su hermano, Mauricio.
—Lamento haber arruinado su juego de golf de esta mañana —dijo Fabricio cuando llegó el último de los convocados, Diomedes, que se había excusado por la teleconferencia que sostenía con unos inversionistas en Tokio cuando fue llamado—. Pero este acontecimiento es, sin duda, la declaración de guerra del c
Los invitados a la cena de Víctor se preguntaron qué grave circunstancia había obligado a Helena a retirarse. Cuando la vieron salir, estaba compungida y apenas si les dedicó una palabra de despedida. Fue Andrea, la esposa de Víctor, quien le pidió que les explicara.—No me hace falta ocultarlo, porque ya es de dominio público —dijo, de pie tras la silla de la cabecera de la mesa—. Ha empezado a circular un video en el que el exnovio de Helena aparece con otra mujer, en una situación bastante comprometedora.Antes de que los murmullos y comentarios se alzaran, el celular de Víctor comenzó a timbrar. Lo sacó del bolsillo del saco de su traje. Era su padre. Contestó.—¿Ya te has enterado? &mda
La reunión fue convocada en el salón de juntas principal del conglomerado Troy. Allí estaban Pedro Castiblanco, presidente del grupo empresarial, junto a su hijo más cercano, Víctor y los que, en ese momento, estaban en la isla: Lusi y Fabio. León se disculpó por su ausencia y todos comprendieron que hacía más por todos quedándose con Helena, atribulada por la manera en que el escarnio público la estaba golpeando.También estaban presentes algunos de los CEO´s de las compañías que integraban la federación del grupo, así como algunos aliados y asociados de diversos niveles, entre los que se encontraba Andrés Malagón, un joven multimillonario de las criptomonedas y uno de los principales socios corporativos del grupo, así como uno de los principales inversionistas e
—Has sido tú, ¿verdad? —preguntó Diomedes a Darío, sentado a su lado, en el asiento de primera clase del avión.—No. Si preguntas por una flatulencia, debieron ser los de adelante. Yo no he sido.—Sabes de qué estoy hablando.Darío miró a su compañero de asiento, dejando por un instante la lectura que adelantaba en la pantalla de su tablet.—No, la verdad es que no tengo ni idea.—Vamos, ya pasó y sabes que no te delataría, pero quiero saberlo, que tú me lo confirmes.—Amigo, en serio, no sé de qué estás hablando.
Andrés dejó la reunión de la junta del conglomerado Troy convencido de que iba a haber sangre, solo era cuestión de tiempo para que empezara a manar y quería saber por quién iba a desangrar a sus nuevos enemigos. Subió a su McLaren F1 del 97, rumbo a la mansión de los Castiblanco. Era todavía bastante joven para el promedio de multimillonarios que vivían en la isla, quizá el más joven entre ellos, no estaba seguro y, la verdad, tampoco era algo que le interrumpiera el sueño. Aunque no era un hombre feo, tampoco se consideraba apuesto, más bien un término medio, de ojos pequeños, labios poco más grandes de una línea trazada por un fino bisturí y solo unos centímetros más bajo que la media de los hombres; sin embargo, debido a su fortuna y un humor gestado por su difícil adolescencia, siempre había una modelo de lencería, trajes de baño o grandes marcas de ropa esperándolo para un masaje con esponja.Pasó por los controles de seguridad de la mansión sin ningún inconveniente, por el co
Alguien estaba afectando las redes sociales y lo hacía de forma burda, vulgar, empleando cuentas falsas, sin una persona “real” tras el nombre de un usuario. Lo hacían desde diferentes países, pero con un aproximado regional particular y sobre un tema, y subtemas, determinados.—¿Pueden verlo, señores? —preguntó la mujer que manipulaba, en ese momento, un ordenador y observaba una decena de pantallas como si fuesen una sola.Los aludidos solo veían una cascada interminable de códigos que se sucedían unos a otros, como si estuviesen en una nave espacial dentro de un libro de ciencia ficción o, de manera más exacta, siendo protagonistas de la última película de la secuela Matrix.—En rea
Fabricio recibió el mensaje que estaba esperando y que, en caso de ser negativo, echaría a pique la guerra comercial que ya tenía armada. De ser positivo, ordenaría levantar anclas e izar las velas. ¡Zarparían a la guerra!Suspiró. Cuando presionó la pantalla de su celular, se dio cuenta de que la mano le temblaba.Empezó a leer. Un párrafo de saludo forma, seguido de otro hablando del viaje y sus peripecias. Ahí comenzó a dudar sobre las buenas noticias. Si lo fueran, no estarían antecedidas de tantas explicaciones y peripecias. Aún así, siguió. Un tercer párrafo exponiendo las dificultades, seguido de un cuarto en el que el remitente parecía estarse disculpando de lo que contenía el quinto y último párra
Andrés Malagón había quedado fascinado con Helena y, aunque quiso, no pudo disimular la obsesión que crecía en él. Todos los días pasaba a visitarla y, complacida por su multimillonario admirador, Helena no se negaba a recibirlo.Sus visitas eran, además, un distractor para los largos días que pasaba en la mansión. Aunque salía “al pueblo”, como también comenzó a decirle a la pequeña metrópoli de multimillonarios, recorría las playas y jugaba al golf con León, sentía que le empezaba a faltar su habitual vida social. No la del atosigamiento de las redes y las constantes interrupciones para que firmase un autógrafo o se tomase una selfie con un admirador, sino la de conocer a alguien interesante, tomarse un café entre amigos, visitar un museo o una gale
El jardín trasero de la mansión Castiblanco vestía su mejor gala. Una treintena de meseros se afanaba en extender los pliegues de los manteles blancos que cubrían las noventa mesas que, pronto, serían ocupadas por casi cuatro centenares de invitados. La cocina había estado activa desde la noche anterior, en donde tres chef, igual cantidad de sous chef y veinte cocineros se esforzaban por preparar sus mejores platos, sopas, entradas, ensaladas, postres y confites. La cava de licores estaba a rebozar, igual que las reservas de hielo, sodas y gaseosas, jugos y otros refrescos, que serían servidos por galones para calmar la sed y ambiente de festividad que antecedía este tipo de eventos aunque, para esta ocasión, el motivo de la reunión fuera la incertidumbre por lo que sucedería en los próximos meses. —Parece una boda millonaria preparada en el último minuto —dijo Andrea, esposa de Víctor, a sus diez cuñadas, incluida Helena. También estaba presente, para extrañeza de quienes la conocí