Las ostras con berenjena estaban deliciosas, pero la porción era demasiado pequeña para que Helena se diera por satisfecha, incluso después de haber comido los panecillos y el caldo.
—No sabía que tuvieras cuatro hermanos —dijo Dafne—. Y dos de ellos son gemelos.
—Sí. Mis hermanos varones son los gemelos, y las otras dos son mis hermanas, las dos mayores.
—¿Son igual de hermosas que tú?
—Lo son, sí —contestó Helena tras comerse el último bocado de berenjena—. Y las dos están casadas. La mayor con un ciclista profesional y la otra con un ingeniero químico.
—Eres modesta, He
El Oráculo fue el primero en despedirse, seguido por Diomedes, que tenía una reunión importante a la que asistir.—¿A las nueve de la noche? —preguntó Darío con sarcasmo en el tono de su voz.—No es lo que quieres insinuar, amigo —contestó Diomedes mientras abotonaba el saco de su traje—. Son las siete de la mañana en Tokio. —Palmeó el hombro de Darío y luego el de Mauricio—. Hasta otra ocasión, caballeros.Darío siguió con la mirada a Diomedes y lo vio salir del bar. Luego vio a la pelirroja en tanga y brasier.—¿Sabes? —Le dijo a Mauricio— Yo también creo que me voy ya. A Patricia no le gusta qu
Una suave melodía despertó a Helena. Cuando abrió los ojos, se descubrió rodeada por una tenue iluminación que apenas si conseguía ser más brillante que el cielo nocturno sobre el océano que, como si fuese un cuadro de dimensiones colosales, decoraba el fondo de la habitación. Extendió su mano y apagó la alarma que había programado antes de quedarse dormida. Eran las siete de la noche y las primeras estrellas titilaban en el horizonte. Se quedó un rato más en la cama, contemplando el hermoso paisaje nocturno ceñido sobre el mar infinito.Entregada a la contemplación del paisaje, no vio la silueta oscura que escaló por el balcón y se introdujo, como la extensión de una sombra, por el ventanal de la habitación. Tampoco escuchó los pasos que se aproximaban a
Era la segunda reunión de urgencia que Fabricio convocaba a tan solo tres días del acontecimiento que pasó a ser conocido como el “Rapto de Helena”, solo que esta vez, a diferencia de la primera reunión con la junta directiva del conglomerado, Fabricio solo convocó a quienes iban a formar su círculo más cercano en la lucha empresarial que ya veía venir. Fueron llamados, a su mansión, Diego “el Oráculo”, Diomedes, Darío y su hermano, Mauricio.—Lamento haber arruinado su juego de golf de esta mañana —dijo Fabricio cuando llegó el último de los convocados, Diomedes, que se había excusado por la teleconferencia que sostenía con unos inversionistas en Tokio cuando fue llamado—. Pero este acontecimiento es, sin duda, la declaración de guerra del c
Los invitados a la cena de Víctor se preguntaron qué grave circunstancia había obligado a Helena a retirarse. Cuando la vieron salir, estaba compungida y apenas si les dedicó una palabra de despedida. Fue Andrea, la esposa de Víctor, quien le pidió que les explicara.—No me hace falta ocultarlo, porque ya es de dominio público —dijo, de pie tras la silla de la cabecera de la mesa—. Ha empezado a circular un video en el que el exnovio de Helena aparece con otra mujer, en una situación bastante comprometedora.Antes de que los murmullos y comentarios se alzaran, el celular de Víctor comenzó a timbrar. Lo sacó del bolsillo del saco de su traje. Era su padre. Contestó.—¿Ya te has enterado? &mda
La reunión fue convocada en el salón de juntas principal del conglomerado Troy. Allí estaban Pedro Castiblanco, presidente del grupo empresarial, junto a su hijo más cercano, Víctor y los que, en ese momento, estaban en la isla: Lusi y Fabio. León se disculpó por su ausencia y todos comprendieron que hacía más por todos quedándose con Helena, atribulada por la manera en que el escarnio público la estaba golpeando.También estaban presentes algunos de los CEO´s de las compañías que integraban la federación del grupo, así como algunos aliados y asociados de diversos niveles, entre los que se encontraba Andrés Malagón, un joven multimillonario de las criptomonedas y uno de los principales socios corporativos del grupo, así como uno de los principales inversionistas e
—Has sido tú, ¿verdad? —preguntó Diomedes a Darío, sentado a su lado, en el asiento de primera clase del avión.—No. Si preguntas por una flatulencia, debieron ser los de adelante. Yo no he sido.—Sabes de qué estoy hablando.Darío miró a su compañero de asiento, dejando por un instante la lectura que adelantaba en la pantalla de su tablet.—No, la verdad es que no tengo ni idea.—Vamos, ya pasó y sabes que no te delataría, pero quiero saberlo, que tú me lo confirmes.—Amigo, en serio, no sé de qué estás hablando.
Andrés dejó la reunión de la junta del conglomerado Troy convencido de que iba a haber sangre, solo era cuestión de tiempo para que empezara a manar y quería saber por quién iba a desangrar a sus nuevos enemigos. Subió a su McLaren F1 del 97, rumbo a la mansión de los Castiblanco. Era todavía bastante joven para el promedio de multimillonarios que vivían en la isla, quizá el más joven entre ellos, no estaba seguro y, la verdad, tampoco era algo que le interrumpiera el sueño. Aunque no era un hombre feo, tampoco se consideraba apuesto, más bien un término medio, de ojos pequeños, labios poco más grandes de una línea trazada por un fino bisturí y solo unos centímetros más bajo que la media de los hombres; sin embargo, debido a su fortuna y un humor gestado por su difícil adolescencia, siempre había una modelo de lencería, trajes de baño o grandes marcas de ropa esperándolo para un masaje con esponja.Pasó por los controles de seguridad de la mansión sin ningún inconveniente, por el co
Alguien estaba afectando las redes sociales y lo hacía de forma burda, vulgar, empleando cuentas falsas, sin una persona “real” tras el nombre de un usuario. Lo hacían desde diferentes países, pero con un aproximado regional particular y sobre un tema, y subtemas, determinados.—¿Pueden verlo, señores? —preguntó la mujer que manipulaba, en ese momento, un ordenador y observaba una decena de pantallas como si fuesen una sola.Los aludidos solo veían una cascada interminable de códigos que se sucedían unos a otros, como si estuviesen en una nave espacial dentro de un libro de ciencia ficción o, de manera más exacta, siendo protagonistas de la última película de la secuela Matrix.—En rea