En la tienda de artículos para el hogar, el pasillo de iluminación estaba hasta el final. Alessa los cruzó todos, con el corazón acelerado. La gente iba y venía de acá para allá. Tenía la impresión de que si pasaban muy cerca de ella la harían perder el equilibrio. Una horrible sensación de vértigo la había acompañado las primeras semanas del uso de la prótesis y a veces volvía, sobre todo en un lugar tan lleno de estímulos por todos lados.Luka iba con ella, unos pasos atrás. Si se concentraba en mirarle el trasero no veía el desorden en las estanterías. Esos lugares eran una pesadilla, peor que los supermercados. —No hay ninngunna parecida. Te compraré otra —dijo Alessa, mirando las lámparas—. Esta de metal durará mucho.—Me partirás la cabeza si se te ocurre tirármela.—¡No, Luka! Nunca más, nunca voy a tirártela. Te amo, te amo —se le colgó del cuello y lo besó, olvidándose de la lámpara, la gente alrededor y el vértigo. —¡Ey, espera! —La detuvo cuando empezaba a quitarse la blu
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