Me desmoronaba al ver cada lágrima brotar de sus ojos, el brillo apagado en ellos, todo por mi culpa. Cada palabra suya agrietaba mi corazón. ¿Es malo ser un poco egoísta para mantenerla a mi lado? Solo quiero que no me abandone, la amo, y ese amor me impide dejarla ir, aunque otros digan que debería hacerlo. Ese es mi problema, no puedo.—Si estoy contigo, Sandra, lo estoy ahora.Sostenía su rostro entre mis manos, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas calientes, me duele, me rompe, siento que se corta la respiración. Odio verla llorar, odio su falta de sonrisa, pero también temo que me odie.—No quiero seguir, Eduardo, basta —me pidió, intentando apartar mis manos, pero no lo permití acercándome más a ella. Solo quería estar con Sandra, sentirla y abrazarla esta noche, ¿era mucho pedir?.—No me hagas esto, Sandra —le dije, limpiando sus mejillas húmedas—. Quédate conmigo, por favor.—Eduardo...—Eduard, dime Eduard, me gusta cuando lo haces.Dejó de llorar, sus ojos me miraban con
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