64. No puedo dejarlo estar.
— Dímelo— Exigió una vez más en fuertes y duros embistes, azotes que no solo fueron dirigidos a los glúteos del príncipe sin darle tregua, sin dejar de castigarle y de hacerle sentir sus celos en cada gesto, en cada mordida y en cada uno de sus embistes.Negarle el nombre sería ponerlo en una situación en la que no sabía cómo actuar, lo más sensato sería eliminarlo, matarlo. No podría dejar que el joven saliera de la cárcel, la otra, pero más improbable solución, sería dejarlo libre.— Te amo ... Tienes que dejarlo estar ...Pidió llevándose una mano a su erección para apretarla y no correrse tan rápido, sabía que, sobre todo en ese momento, no podía hacerlo hasta que él se lo ordenara.— Me lo vas a decir…—Las palabras del joven solo hicieron crecer aún más la rabia, aumentando al igual que su ira, sus celos, no podía creer lo que salía de sus labios. Sus movimientos se volvieron más bruscos, su mano izquierda se deslizó por el torso del joven hasta su cuello, apretándole con fuerza
Leer más