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Todos los capítulos de La secretaria fea del millonario: Capítulo 81 - Capítulo 90
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La unión hace la fuerza
Cuando Amber se despertó, ya Andrea no estaba en su cama. Así, que ella apresurada por ir al trabajo tomó una ducha rápidamente y bajó al comedor para tomar algo de desayuno, encontrándose con la sorpresa de que todos estaban sentados en familia para esperarla.—Amber querida, siéntate a mi lado, vamos, te estábamos esperando —dijo Eva con una sonrisa, mientras ponía la mesa.Amber sonrió en dirección de todos que la esperaban, y miraban como si fuera un ángel. Por alguna razón la acogían tan bien, como si fuera la esperanza para Andrea.—Buenos días, ¿cómo amanecieron? —respondió ella con entusiasmo.Hoy se sentía más feliz que nunca, estaba llena de entusiasmo, dicha, felicidad y paz.—Verdad que es un ángel abuelita Eva —dijo Dante que estaba al lado de Andrea que intentaba darle de comer en la boca.—Si, parece un ángel mi amor —respondió Eva.—Un ángel para un demonio —Fernando intervino entrando por la puerta.—Llegué ayer Fernando, y no te encontré aquí, con tu hermano, ¿Dónde
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Silencio en sus labios
Habían pasado quince días desde que Amber había llegado de la luna de miel con Andrea, era imposible que ella estuviera embarazada, además, Andrea le había comprado las pastillas anticonceptivas, «¿qué podía salir mal?» Se preguntó mentalmente, sin embargo, para una persona tan jodidamente despistada como era Amber, todo podía salir mal, porque, cuando se dio cuenta de que los mareos, la falta de apetito y sobre todo su decaimiento podía ser de un embarazo, subió las escaleras como alma que lleva el diablo a buscar las pastillas anticonceptivas y cerciorarse de que se las había tomado todas, sin falta. Pero ese era el gran problema. Amber no se había tomado las pastillas desde hace muchos días atrás.«Soy una tonta, tengo muchos días que no me tomo la píldora» pensó sollozando mientras limpiaba su mejilla.¿Y ahora que iba a ser?, ella se había inscrito en la universidad para estudiar su carrera, además, aunque Andrea le había dicho que la quería ella no sabía si él quería otro hijo e
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Juicio
Después de unos días, Fernanda había logrado con sus influencias llevar a Juicios a Alba, para luego volver a Rusia; era una mujer que se la pasaba en juntas y negocios, y que por más que quisiera no podía quedarse. Aunque ella se sentía más tranquila, estaba segura que los abogados iban a lograr que el niño volviera a manos dónde nunca debió salir, a las manos de su padre, de ese ser que tenía días enteros sin comer por no saber el motivo de la mudez de Dante.No obstante, mientras Andrea junto a Demetrio y a Eva estaban camino al juzgado, Amber había salido a un laboratorio a buscar los resultados de la prueba de embarazo que se había realizado en la mañana.Estaba nerviosa mientras esperaba sentada en la banca, sus piernas temblaban, y su boca estaba seca.«Un bebé, con diecinueve años Amber, y no solo eso, ¿si no lo quiere?» las dudas rodaban por su mente de manera dolorosa, torturándose ella misma sin motivos.—Aquí están los resultados señorita —dijo una chica vestida de enferme
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¿Quien quiere hacerme daño
Amber había salido a comprar juguetes para hacer una pijamada con Dante, Fernando y Andrea, que estaban emocionados porque el pequeño iba a estar con ellos unos días. Estaba distraída como cosa rara en ella mientras manejaba. No dejaba de pensar en que debía decirle de su embarazo al CEO, y constantemente se preguntaba;«¿Qué puede salir mal Amber? Andrea te adora, te lo dijo»¿Y si es solo para que escucharas? Debes recordar que te casaste con él por un contrato» pensó recostando su frente de volante del auto.Había convencido a Andrea de no salir con los guaruras, necesitaba pensar, aclarar su mente y respirar aire puro.Bajó del auto y se estacionó en frente de un centro comercial. Había querido comprarle unos conjuntos de osito cariñositos al niño, y unos juguetes, se le encogía el corazón de solo saber que el pequeño no hablaba. Tocó su vientre por inercia de solo pensar que podía ser su hijo el que estuviera pasando por esa situación.«Debo hablar con Andrea» susurró caminando d
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¡Su secretaria!
Ella quería creer que todo era un confusión, que la persona que estaba al frente de ella, perfectamente vestida, y con una sonrisa de oreja a oreja, no podía ser la esposa muerta de Andrea, de verdad lo quería creer, pero, al ver el semblante pálido de Andrea, Amber se dió cuenta que era la difunta mujer que estuvo casada con el hombre que ella amaba, aquel hombre que había llegado a su vida de una manera casual, sencilla, y sobre todo sorpresiva, el dueño de sus primeras veces, el dueño de su alegría y… el padre del hijo que crecía en su vientre.Amber estaba estática, sin poder moverse. Lo próximo que vio fue a la mujer acercarse a Andrea y besando sus labios, enfrente de ella, ¡En sus labios! Amber sintió que todo su ser se contrajo, sintió que el aire en el jardín a pesar de lo abierto que era, era poco para la dificultad de su respiración. Agarró la pequeña caja con la prueba de embarazo y la guardó en su espalda. Un nudo se posó en su garganta, quería hablar, pero no pudo articu
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¿Que decisión tomar?
Andrea temblaba con cada paso que daba a la habitación, no solo porque Astrid dijo que se iba a bañar con él, sino por la reacción de Amber. Él nunca había sido un hombre que tenía muchas mujeres, él nunca había sido un hombre que le gustara jugar con muchas mujeres, él no era Fernando, él era un hombre comprometido, pero, él tampoco había elegido todo eso. Se soltó del agarre de Astrid.—Bajaré a mi despacho Astrid, ve tú a bañarte —dijo soltando el agarre de la chica.No sabía cómo manejar la situación, en otro momento hubiera querido acostarse con Astrid, siempre fue buena amante, siempre fue una mujer seductora, pero, ahora su mente y su corazón al igual de su cuerpo le pertenecía a la chica que había dejado con los ojos lleno de agua en la habitación de juegos.—Tanto tiempo sin verme, ¿Y no quieres acostarte conmigo, Andrea? —preguntó Astrid apretando los labios notoriamente molesta.—No es eso, solo déjame asimilar todo esto —respondió él con el ceño fruncido.Astrid apretó sus
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Por culpa del alcohol
Cuando Amber entró a su habitación, se encontró con un enorme desastre en ella. Al parecer alguien había estado husmeando en sus cosas, y eso sin duda le dió un mal sabor de boca, «¿Quién podía querer hurgar entre mis pertenencias?»pensó ella con el ceño fruncido, mientras caminaba de un lado al otro desconcertada.Salió de la habitación furica, para preguntarle a Ramona, quien había entrado en su habitación, pero se encontró con la figura de Astrid en el pasillo.—¿Qué buscas, esto? —preguntó ella con una sonrisa torcida.Amber sintió que su estómago se contrajo al ver la prueba de embarazo en la mano de la chica.—No tienes derecho a meterte en mis asuntos —respondió la pelirroja apretando los dientes Astrid era mucho más alta que ella, de hecho le llevaba unos cuantos centimetros, sin embargo, la figura de la chica no intimidaba a la pequeña Amber, sus ojos ámbar estaban mirando firmemente a la mujer en cuestión.—Si, si tengo derecho, porque sé perfectamente de quién es ese hijo q
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Tu con jugo y yo con alcohol
—¿Está viendo este puntito que está aquí? —Amber asintió con los ojos llenos de lágrimas—. Ese es su bebe.Las palpitaciones del corazón de la pelirroja se aceleraron al ver, y escuchar a su pequeño bebe. Por suerte era uno solo. Amber le dió gracias a Dios por eso, porque tener que lidiar con múltiples bebés, sin dinero, y sola, definitivamente iba a ser muy difícil.Aspiró tratando de controlarse, viendo como el médico limpiaba el gel de su aún plano vientre.—¿A qué tiempo se puede ver el sexo del bebe? —preguntò ella abotonado su pantalón blanco corte algo.—Desde las dieciséis semanas en adelante podremos verlo —respondió la doctora amablemente.Amber tomó el eco en sus manos y salió de la clínica.Iba tan distraída, que no se dió cuenta de la imponente figura que tenía a sus espalda, ese olor agradable,y ese sentimiento imponente, que transmitían ellos, era muy difícil de no reconocerSe volteó levemente, con el corazón en la boca para ver a Fernando Laureti con una sonrisa en s
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La torpe vendedora de hamburguesas
El rostro de Fernando viajó de rojo a blanco pálido en cuestión de segundos . Se puso de pie ante la mirada nerviosa de Amber y caminó por toda la pequeña sala.—¿Embarazada? —Amber asintió mordiendo sus labios —¿De Andrea? Es obvio —tomó su cabeza entre sus manos—¿Cómo? No me digas —Amber no pudo evitar sonreír —¿Sabes lo que significa esto para mi no es así?—No, no lo sé —dijo ella bajando la mirada.—¡Es como si fuera mi hijo! —tomó su frente que había comenzado a sudar —, somos gemelos, 97 por ciento de genética. Ese niño es mío Amber.Amber arrugó el entrecejo.«Este está loco de remate», pensó negando con la cabeza.—Debemos hablar con Andrea, esto es muy importante, seremos padres, es una gran noticia, pero…¿Que se supone que hacen los padres? ¡Joder! Esto es algo grave —hablaba para él mientras caminaba de un lado a otro.—Fernando, Fernando, ¡FERNANDO! —gritó Amber para llamar su atención. Fernando se giró para verla—. No le diremos a Andrea, y debes prometerlo.—Pero… Tiene
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No estaba muerta, estaba de parranda
Amber no supo qué hacer, cada parte de su ser estaba tieso como un palo gracias al hombre que estabas en frente ella, hombre que ella amaba, hombre con el que había soñado cada noche de esos dos meses y hombre que miraba su vientre notoriamente sorprendido.—¿Estás embarazada ? —preguntó asombrado.Amber no sabía qué responder, se suponía que el embarazo era un tema que Andrea no debía saber aún, pero él estaba ahí, mirando el hermoso vientre de Amber con los labios abiertos, y los ojos brillosos.«¡Dios mío! ¿qué hago?», pensó Amber nerviosa.—No, pues, no estoy embarazada, es solo que me comí un balón —respondió de pronto y Andrea sonrió con tristeza.Quería abrazarla, quería besarla. Había olvidado lo que era sonreír, había olvidado lo que era escuchar esas ocurrencias, había olvidado lo que era ser feliz.—Amber, que gusto verte, yo…—Lo siento mucho señor Andrea, tengo trabajo y no puedo seguir platicando con usted —intentó girarse pero Andrea la tomó de su brazo.—No puedes irte
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