Estaba nerviosa, iré a mi primera fiesta, el mismo Samir me había invitado, pero no quise hacerme ilusiones porque el señor Luis era jodido en ese tema. —¡Oh, Cata! Como siempre el grito de mamá desde la cocina. Tenía mucha ropa en la cama y no sabía qué ponerme. —¡Ya voy! Necesitaba pedirle ayuda. Cuando llegué a la cocina, mi mamita me pasó el teléfono. —Hola, princesa. Sonreí, mi papá era el causante de que a mí me resbalaran los apodos o los malos comentarios, esos que a diario recibía en el colegio. Aunque también Dylan era de mucha ayuda. Sin embargo, mis padres, en especial él, era el gestor de demostrarle a la gente que valgo lo que reflejaba mi peso. —Hola, papito, ¿cómo va el problema en la planta? —Ahí se van solucionando cielo, tu mamá me comentó lo de tu fiesta hoy. —Sí. —¿Irá a decir que no? —En un rato llamo a Dylan, necesito darle las recomendaciones. —¿No me vas a prohibir la salida? —Ya tienes dieciséis años preciosa, además va Dylan, Lucas, Ricky y Lucían
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