Estaba tan feliz. Fue como si me hubieran quitado un peso del alma.—Gracias por no dejarme cometer la locura de quitarle el apellido a Cadie.—Rafa fue el maestro, pero en ese caso primaban dos razones importantes. Una la niña y dos tú debías aprender que con enojo no se soluciona nada. Ya estaba bipolar con el tema, Rafael no. Jamás estuvo de acuerdo. —Gracias, mamá… —Se tapó la boca—. ¿Te puedo pedir un consejo?—Ay, hija, los que quieras.—¿Qué hago con Ricky?Me miró de la misma manera que lo hacía con Catalina cuando le pedía consejos, yo me abstenía, porque en el fondo sentía no merecerlos. Me limpié la nariz, ella me pasó un pañito.—Dime que sientes.—Lo amo y me duele su desconfianza, aunque es justificada por mis errores. No quiero ser de otro hombre, solo de él, pero quiero tener esa complicidad vista en los abuelos, con ustedes, como Cata y Dylan. No quiero perderlo, quiero tener una bella relación. Yo lo entiendo, yo le hice mucho daño, sin embargo, sus palabras me car
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