86. Estoy celoso de Ricardo.
Se movió hacia atrás y volvió a hundirse en ella con la misma fuerza, sin dejar de besarla, mantenía los ojos cerrados porque no quería verla, en ese instante, no quería dejar de poseer y besar a su María, como si ella realmente le perteneciera al estar en sus brazos una vez más.Sus caderas se movían de forma enérgica mientras sus manos se deslizaban por la piel de aquella mujer, disfrutando de la suavidad que podía sentir bajo los dedos, llevándolos hasta sus caderas, alzándola levemente de la cama, para que el ángulo de sus embistes se volvieran más profundos, sintiendo como en cada uno de ellos, él se volvía uno con ese cuerpo, mezclándose, haciéndole más difícil identificar donde empezaba el de la chica y donde empezaba el suyo.María no podía dejar de gemir, de enterrar sus dedos en la espalda u hombros del abogado, no le importaba lo único que deseaba era marcarse en él de algún modo, de hacerle sentir su presencia mientras él la tomaba, mientras se colaba en cada uno de los po
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