72. ¿Recuerdas la palabra de seguridad, verdad, gatita?
Sabía que la presión de las ataduras le provocaría incomodidad y dolor, sobre todo cuando hizo que uno de los ganchos del techo bajarán y lo ajustó a las ataduras de la espalda levantándola unos pocos centímetros del suelo— Encoge las piernas, como si quisieras estar en posición fetal.El roce de las cuerdas sobre su piel, ese ardor que provocaba al pasarlo por su piel, en cada uno de esos roces, que los amarres provocaban, tuvo que morder sus labios para no emitir sonido alguno, para no delatar lo mucho que eso le gustaba.Ella, al igual que su amo, tenía el control, sabía lo mucho que sus gemidos provocaban en Ricardo, por lo que le obsequiara sus gemidos y maullidos justo cuando ella quisiera, compensando por el placer brindado, y como una provocación para que la llevara aún más al límite.Se colocó tal y como le había pedido, haciendo que las cuerdas se tensaran y se apretaron aún más a su piel, provocando una sensación de dolor y placer que recorrió todo su cuerpo, casi haciéndo
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