—No deberías haber venido con este clima, no se puede ni caminar ni ver, es un peligro… te dije que estaba bien, que nos podíamos ver en unos días— le digo yo entre cansada y molesta cruzando los brazos en mi pecho.—No te preocupes, no fue nada— dice él tranquilo, cómo si viviera al lado de mi casa y todo lo que hizo fue cruzar la calle. Nada más lejos de la realidad.—¿Cómo te sientes?— me pregunta él, con una amabilidad y una gentileza me sorprende. No es que él no lo haya sido antes, es simplemente que, hace días que no lo veía así, nuestro último encuentro, sin duda, debe quedar en el olvido. Pero pareciera que en la cabeza de él, nada de eso hubiese pasado. Él coloca su mochila en la mesa del comedor y me pregunto que hay adentro. Nunca lo he visto con una mochila. Por supuesto que detallo todo lo demás, y cuando digo todo lo demás, sin duda me refiero, a todo él, su look, su cuerpo, su innegable atractivo. Porque estaré enferma, cansada y amargada, pero no ciega. Brandon luce
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