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Todos los capítulos de Una virgen para dos CEO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Hablando nos entendemos
Carlos y Carlota se la pasaron trabajando el resto de la tarde sin siquiera rechistar.En cuanto habían culminado un proyecto me llamaban para revisarlo antes de finalizar la tarde.Después de todo estaba llegando a su fin y tenía una conversación pendiente con Manuel.—¡Señorita Lucia! —Grito Carlota desde su asiento con los ánimos por lo alto, aquella mujer realmente era buena en su trabajo o lo que correspondía a su área—. Quiero que vea esto, considero que está bien, pero realmente quiero su opinión.—Déjame ver —respondo apenas llegar a su lado—, se ve bien, muy bien de echó. Tienes un buen diseño de empaques y eso es monumental.—Sí, Carlota siempre fue buena en esa área, sus diseños son excelentes.—En eso concuerdo contigo Carlos, son realmente buenos. Ahora déjame corregir algunas cosas, imprime el diseño en una hoja de reciclaje y la revisamos.—Si señora.La joven hizo lo que solicite y en poco tiempo tenia aquella hoja frente a mí. La mirada de Carlos me seguía en cada mov
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La decisión de Alexander
Mi paso era cada vez más lento, no hacía falta precisar que ni por haber cientos de papas fritas en la oficina de Manuel iría allí con Alexander adentro.Manuel era un hombre con el que no tenía problema en compartir mi tiempo, aprendí que es el tipo de hombre que si no consigue algo a la primera simplemente no insiste en conseguirlo, solo espera a que llegue a sus manos o a su vida y si no llega, sencillamente lo deja en ese estado.El elevador llego antes de lo esperado, realmente maldije la idea de subir en él y encontrarme a ese hombre ahí esperando con su cara de mal humor, sin embargo, otro lado me decía que quería ver al Alexander que conocía aun con su temperamento.Enfrente había una puerta enorme que pensé que era la oficina de Manuel, toqué 3 veces hasta que la voz de los señores me distrajo.—Seguro que a la lindura le gustará, es su estilo completamente.Las puertas se abrieron y la sonrisa de ese hombre era hermosa, mostraba esos dientes perfectamente blancos, me gustaba
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El misterio de la mujer
Durante un tiempo compartimos así como esa anoche en Boston. Estábamos todos tranquilos, compartiendo y robando papas, bueno, más yo que ellos.—Manuel me dijo que eres el nuevo jefe del departamento de diseño gráfico.Asentí con una sonrisa a medio formar gracias a la obstrucción de una papa frita que estaba en mi boca.—Así es, me gustó mucho el trabajo y a Manuel le impresionó que me dejaras.—Medio, medio te deje ir —corrigió en un tono exigente, una de sus piernas estaba subiendo y bajando como si tuviera algo de ansiedad o estuviera inquieto—. No me gusta tenerte lejos y menos cerca de Manuel, pero confío en ti, creo que está más que claro.—¡Escucha! Eso me ofende en el fondo de mi corazón —soltó Manuel, fingiendo estar ofendido.—Honestamente, deberías preocuparte por la mujer que amas hasta el día de hoy.—Eso es lo que estoy haciendo.—No. No, esa mujer no está aquí, solo soy yo y, siendo honesta, solo me estás jodiendo la vida.—¡Muy bien! Iré a buscar una botella o cuidaré
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La mujer que una vez ame y olvide
En poco tiempo todo lo relacionado con Catering Smith fluyó rápidamente entre los dos. El amor de Alexander por ella era fácilmente palpable, y mi temor de que ese amor no desapareciera era igual de palpable.—¿Qué le pasó a esa mujer?—Se casó con otro hombre y se olvidó por completo de mí, de hecho, en cada reunión que tenían nuestras familias, ella se iba con él como si fuera a buscarla o algo así.—¿Tuviste una alergia?—Algo parecido… no es que me molestara, fue en cierto modo una lección para sacarlo poco a poco de mi corazón, aunque confieso que me tomó un tiempo hacerlo.—Todavía no lo has hecho —Rodé los ojos y dejé escapar un resoplido molesto—. Dudo que saques a esa mujer si es igual a Manuel.—¿Porque lo que dices? Lucía, ¿te gusta Manuel?—¡No! Quiero decir, sí, podría ser… realmente no lo sé —tragué saliva cuando sentí la punzante mirada de Alexander sobre mí—. Lo siento, es que Manuel es especial para mí.—No puede ser —Alexander se llevó ambas manos a la boca y apoyó l
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Una cena y nos olvidamos de los problemas
—Manuel encontró a alguien con quien divertirse.Fíjate en la mirada de diversión que tenía Alexander en el ascensor, una que me contagió al recordar todo lo que me había dicho Fabiola, era una mujer curiosa para ser contadora, pero también solo podía pensar en una cosa...¿A Manuel le gustaba?Mi corazón se partía entre estos dos hombres. Manuel era el hombre perfecto para mi vida, pero enamoraba a cualquiera y yo amaba a Alexander. Por otro lado, estaba Alexander, con su forma de ser arrogante e incapaz de olvidar a las mujeres que ahora dirigían su vida.Alicia y Catering.Todavía no me creía del todo el tema del Catering, ¿olvidarse de ella? sí, por supuesto, Alexander siempre pensó que me chupaba un dedo como niña pequeña.Yo ya era una mujer y me quité la venda que me cubría los ojos hace un rato sola.—¿Estás bien? Pareces pensativa, muy en tu mundo.—Sí, justo estaba pensando en Fabiola y Manuel.—¿Celos?—Para empezar, estás haciendo muchas preguntas y segundo, no tengo inten
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Visita a los suegros
Tras aquella inquebrantable promesa nos dispusimos a disfrutar de una cena preparada en un restaurante chino. Me encantaba la comida china, no al mismo nivel que la italiana, pero se acercaba bastante.—¿Te gusta el lugar? —me pregunta Alexander viendo con detalle mis ojos iluminados con destellos notorios en ellos—. Sé que te gusta este tipo de comidas.Su mirada se hizo intensa y profunda, ese azul lleno de deseo era lo que me gustaba ver de él hasta que me veía como una presa.—Me encanta, ¿Cómo lo supiste?—Manuel me ayudo con eso —bajo la mirada y apretó las manos—. Él te conoce muy bien.Una sonrisa tímida se dibujó en mis labios, las mejillas ligeramente sonrojadas me relataban por completo en contra de mí voluntad.—Me encanta y, no porque Manuel te haya pasado esa información por debajo de la mesa —bromee ligeramente—. Me encanta porque vine aquí contigo.—¿Hablas en serio? —pregunto con un destelló de esperanza en sus ojos.Asentí y tome una de las copas vacías que estaban s
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Entrégate por amor
Lo tenía allí encima de mí con esa cara seria que solo ese hombre tenía, seductora, se notaba tranquilo como un atardecer y eso me atraía aún más hacia él.—Lucia…Trague saliva al ver como pronuncio mi nombre con esa voz ronca.Sus manos comenzaron a desnudar mi cuerpo, paseaban por el como si estuvieran de paseo y aquellos toques me dejaban una sensación deliciosa a la que mi cuerpo no podía negarse. El calor de su cuerpo era palpable, cubría por completo el mío sin dejar ni un solo espacio y sus dedos se aseguraban de que fuera de ese modo.Su boca jugo con la mía durante un largo rato hasta que nuestras respiraciones no pudieron seguir adelante y fue cuando Alexander comenzó a desnudar mi cuerpo quitando pieza a pieza hasta que quede por completo desnuda frente a él.Con una mano Alexander me dio la vuelta quedando de espaldas a el sobre aquella cama, pegue mi nariz a las sabanas y aspire todo el olor que desprendía de ellas… el olor de Alexander impregnaba mi nariz.—¿Qué- que ha
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La prometida falsa y no tan falsa
En esa cama me sentí amada por él, amada como ninguna otra persona me había amado antes, sus ojos azules me devoraban en silencio. Escuchaba atentamente mis gemidos y se preocupaba por mimarme cada vez que veía un ápice de dolor en mis gestos.Sus movimientos eran más rápidos y precisos, llenos de deseo como si en algún momento mi cuerpo se fuera a acabar.Esos movimientos rústicos que si bien no fueron muchos, fueron suficientes para sentir que por unos instantes se estaba conteniendo.Lo prefería así hasta que mi cuerpo se acostumbrara al suyo en el momento adecuado.Los ronroneos que Alexander soltó junto con los ligeros apretones en mis muslos me hicieron entender que lo estaba disfrutando tanto como yo. En algún momento sus movimientos comenzaron a ser más profundos, su respiración se volvió agitada y ya no estaba pegado a mi cuerpo, dejándome con esa calidez que tanto me gustaba.Estaba apoyado en su antebrazo y me miraba sin parar. Mis ojos llorosos le advirtieron sobre ser un
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Tú y yo en un hotel, piénsalo
Tan pronto como puso un pie en el centro comercial Alexander, llamó la atención de todas las mujeres en él.Sentí mis celos subir como un corcho de limonada, coincidí en que era atractivo y que atraía la atención de todas las mujeres. Sabía que él no tenía la culpa de dejarlos babeando, era un hombre atractivo, de metro noventa, rubio, con una hermosa piel blanca, una barba que le sentaba de maravilla y sin mencionar sus ojos azules como un océano profundo.Apreté mis manos inquietamente, jugué con los dobladillos de mi blusa, respiré pesadamente y vi cuántas tiendas tenían cosas bonitas sin tener una mujer como vendedora.—Todavía no te has decidido por ningún vestido, ¿te gusta alguno? —Alexander pregunta, exasperado por mi comportamiento.—Es solo que… no me gusta mucha de la ropa que venden —mentí—. Me encantaron, había ropa preciosa que quería llevarme a casa sin poner excusas, pero las mujeres me lo impidieron.—A ver, Lucia. —Mi paso se detuvo debido a su agarre—. ¿Qué pasa? De
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Travesura realizada
La mujer le dio una sonrisa molesta, entregándole las llaves de nuestra habitación.—Habitación 203. —Dejó caer las llaves en su mano y me miró con disgusto—. La pared de atrás del hotel tiene una casa muy linda, es una habitación sola y apartada de las demás, tal como lo solicito.—¡Gracias! Me aseguraré de darle al hotel 5 estrellas —bromeó Alexander, entregándole la tarjeta para que pudiera cancelar la estadía por adelantado—. Una semana es suficiente para lo que planeamos hacer —añadió sonriendo.La chica apretó los dientes pasando la tarjeta que inmediatamente hizo un sonido de aprobación.—Aquí está, señor, disfrute su estadía.—Lo haremos, gracias por su atención.Tomamos las bolsas y caminamos tranquilamente hacia esa casa que dijo la mujer con tal enojo que hizo reír a Alexander como si estuviera contando el mejor chiste.—Te gusta la chica de la recepción, ¿no? —Pregunté al ver su sonrisa mientras la ponía en su lugar.—¡Sí! —Respondió con mucha alegría—, me molestan esas pe
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