Tan pronto como puso un pie en el centro comercial Alexander, llamó la atención de todas las mujeres en él.Sentí mis celos subir como un corcho de limonada, coincidí en que era atractivo y que atraía la atención de todas las mujeres. Sabía que él no tenía la culpa de dejarlos babeando, era un hombre atractivo, de metro noventa, rubio, con una hermosa piel blanca, una barba que le sentaba de maravilla y sin mencionar sus ojos azules como un océano profundo.Apreté mis manos inquietamente, jugué con los dobladillos de mi blusa, respiré pesadamente y vi cuántas tiendas tenían cosas bonitas sin tener una mujer como vendedora.—Todavía no te has decidido por ningún vestido, ¿te gusta alguno? —Alexander pregunta, exasperado por mi comportamiento.—Es solo que… no me gusta mucha de la ropa que venden —mentí—. Me encantaron, había ropa preciosa que quería llevarme a casa sin poner excusas, pero las mujeres me lo impidieron.—A ver, Lucia. —Mi paso se detuvo debido a su agarre—. ¿Qué pasa? De
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