Aquí me encontraba yo, sentada en un restaurante, comiendo un suculento plata, cuando todo se daña, la presencia de esa mujer me erizaba la piel, era peligrosa, se lo había advertido a Nicholas, pero este no me hacía caso, la quería a kilómetros de mi hija, intente disimular, pero él me miró, sus ojos reflejaban nerviosismo y culpabilidad, era de esperarse, me juraba amor eterno y luego se veía con ella, típico de un rufián. Ella me miró, y su odio me traspasó con tan solo verme, necesitaba alejarme de ella lo antes posible, cometí el error más grande y fue levantarme de la mesa, esta vez no llevaba ropa holgada, me miró de pies a cabezas y se fijó en mi enorme tripa. Por instinto intenté ocultar mi tripa, con las manos, cosas que era imposible, Nicholas se dio cuenta de mi reacción y la arrastro hacia una mesa, esa era mi señal para escapar, recogí todo y cancele mi comida, para salir huyendo, no por cobarde, sino por precaución. Cuando salí del restaurante una brisa fría me arropó
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