—Ya deja de suspirar Romeo—le palmee el hombro a Chad—, ellos volverán, son vacaciones.—¡Ni siquiera pude tener su Instagram! —chilló—, o su Snap, nada de ella—se quejó con drama.—Oh, estos jóvenes—ahora se quejó Félix con un bufido—, creen que el amor va a encontrarse en esas simples redes sociales, cuando hay todo un modo allí afuera.—Lo dice porque usted ya es anciano y su única comunicación eran las cartas.Félix le lanzó una barra de mantequilla.—Ten más respeto, niño.—Ya, ya, basta de pelear—los separé—, ella volverá, Chad, solo tranquilo—me volví hacia Félix—, compréndelo, el pobre sufre por su primer amor.—Yo solo digo que, si la chica le gusta, debería hacer algo, nada es imposible.—Oh, ese es un excelente mantra para hoy—les dije.Salí de la cocina y fui hacia afuera donde estaba nuestro menú de hoy en el letrero de pizarrón negro, escribí esa frase “nada es imposible”—¿Nada es imposible? —preguntaron tras de mi, no tuve que girarme para saber quién era.—Es nuestro
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