CAPÍTULO 70. TANTO QUE APRENDER DE TI
La tomó con delicadeza y la ayudó a recostarse a su lado, encendió su reproductor y buscó música para relajarse.—Descansa, prometo que estaré pendiente de los niños y de ti —explicó. —Tomó el medicamento que tomaba y un vaso con agua.En cuanto las suaves notas del piano se comenzaron a escuchar, acompañado de otros sonidos, Alexander encendió un viejo proyector que tenía guardado en la casa de sus padres, entonces un cielo estrellado en tonos azul celeste, negr0, acompañada de estrellas brillantes se reflejó.Madison sonrió, sintiendo una gran tranquilidad, cerró sus ojos para intentar dormir, esperando poder conseguirlo.—Gracias, siempre logras hacerme sentir mejor —mencionó bajito, hasta que logró quedarse dormida en profunda paz.Sin embargo, para Alexander, no fue así, su mirada estaba perdida entre aquellas proyecciones, cada que parpadeaba escurrían gruesas lágrimas sobre sus mejillas, sin parece tener fin.«Yo también hubiera hecho lo mismo», pensó para sí mismo. Se acercó a
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