La brisa le acaricia el rostro y le levanta varias hebras de cabello, mientras que su cuerpo tiembla por el impacto de los galopes rápidos del caballo, pero esa no es la única razón para las sacudidas.Una angustia le martilla el pecho cada vez más fuerte, al punto de que la respiración se le torna casi imposible de llevar a cabo.Debe parar.—¿Estás bien? —cuestiona Gael, cuando nota que Leoncio se ha detenido y que su rostro luce pálido.—Lo siento, pero necesito regresar. No sabría explicarlo, yo...Las lágrimas brillan en las cuencas de sus ojos y sus manos tiemblan de forma involuntaria.—Creí que querrías interrogar al guerrero tú mismo, al fin y al cabo, él podría tener noticias sobre mamá.—Lo sé... —Leoncio suspira—. No obstante, tengo un extraño presentimiento de que debo salvar a mi mate. Algo dentro de mi grita que, quizás, quienes la tienen no sean nuestros enemigos como creímos. ¿Qué tal que ella aún esté en mi manada?—Pero dijiste que buscaron en cada rincón y aún lo s
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