PARTE II. CAPÍTULO 27
—¿Podemos hablar a solas? —preguntó Sabino y Marisa, luego de pensarlo un poco, y de respirar profundo, asintió con nerviosismo.La joven educadora vio al padre de su ahora hijo ponerse en pie, con ese bebé entre sus brazos, y pensó que era una pena que no pudiera abrazarlo justo en ese momento, porque ella debía ocuparse de algo realmente importante, y seguro Meredith no les permitiría sacar a ese niño de la habitación.Sabino caminó hasta la cama donde Meredith estaba, y luego de, también respirar profundo, y de aclarar la garganta, le dedicó unas palabras a esa mujer que, definitivamente, amaba demasiado, pero que le dolía mucho también.Era en extremo difícil lo que ocurría en el corazón y la cabeza del rubio de ojos verdes, porque era él quien había perdido mucho, aunque quizá no tanto como Meredith, a quien le había tocado entregar uno de sus hijos; pero, aun si le dolía, también creía que era mejor así.Es decir, de alguna manera, aunque sonara bastante cruel, le consolaba sabe
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